Solo quedan catorce habitantes en el pequeño pueblo de Aldealseñor, una localidad de los páramos altos de Soria. Pertenecen a la última generación tras mil años de historia ininterrumpida, y es muy probable que la vida del pueblo se extinga con ellos. Los vecinos de este lugar comparten algo importante con el pintor, casi ciego, Pello Azketa: que las cosas han comenzado a desaparecer delante de ellos.
Mercedes Álvarez (montadora del largometraje documental del año 2001 En construcción, dirigido por José Luis Guerín), directora de este documental-ficción, regresa a sus orígenes para contemplar la extinción de un pueblo al tiempo que intenta recuperar las imágenes del mismo lugar cuando aún rebosaba vida, cuando, a principios de siglo, el pueblo contaba con cuatrocientos habitantes. La intención de la narradora no es otra que mostrar la decadencia del pueblo, su desaparición, pero captarla mientras ocurre, no a posteriori, a fin de dejar los hechos anclados en la memoria. Una historia extrapolable a los muchos pueblos fantasma que hay ya en España que no sólo olvidan su historia, sino también su paisaje.
Los vecinos de Aldealseñor y el trabajo del pintor Pello Azketa comparten algo en común: las cosas han comenzado a desaparecer delante de ellos. La narradora vuelve a su origen y asiste a ese final al tiempo que intenta recuperar una imagen primera del mundo, de la infancia.
Álvarez fue al parecer la última persona nacida en Aldealseñor y el trabajo que firma, proyecta el viaje de vuelta a su pueblo de origen para reencontrarse con los vecinos del lugar mientras éste vive una transformación modernizadora impuesta, oficialmente, por la necesidad de frenar la despoblación. “Extraoficialmente, El cielo gira, utilizando la terminología de James E. Young, puede leerse como el contramonumento que Álvarez erige a la idea de progreso”. (Georgina Oller Bosch, University of Califonia, Davis, USA. gollerbosch@ucdavis,edu)
La documentalista recoge con sus cámaras el destino de Aldeaseñor, un pueblo de los páramos de Soria, donde la directora vivió parte de su infancia. Armada de una enorme paciencia, Mercedes Álvarez ha pasado mucho tiempo en el lugar, más de un año, hasta que ha podido recoger con su cámara la humanidad de los ancianos, en secuencias tan entrañables, como la de la mujer que muestra icnitas (huellas de dinosaurios).
Desde que esos gigantescos animales de la Prehistoria caminaban por allí, el cielo ha girado, el tiempo ha pasado, y muchas cosas van desapareciendo, como la vida rural al antiguo estilo. Narrada en primera persona, Mercedes Álvarez trata de rescatar de la memoria recuerdos de la infancia para retratarlos cinematográficamente en un momento determinado, consciente de la próxima desaparición de la última generación que habita la localidad. Ha sabido, en fin, recoger el crepúsculo de esta forma de vida. Y a través de imágenes cotidianas de los habitantes de Aldealseñor, logra componer auténtica poesía.
«Sin duda, el ejercicio cinemtográfico de riesgo es también un paseo funámbulo sobre los sentimientos de pertenencia a una tierra, sobre esa vuelta a los orígenes que tan explícitamente comenta el final de Las huellas borradas.
Catorce son los habitantes que permanecen en el pueblo soriano, atados a esa tierra y sin haber conocido prácticamente nada más que ese cielo que cambia con las estaciones y esas colinas tras las cuales continúa girando el mundo. dentro de unos años, con seguridad, las calles de la aldea serán huellas borradas de la memoria y el documental de Mercedes será una joya antropológica porque nos mostrará el proceso de desparición de un pueblo, de una sociedad, de un modo de vivir. esa España rural que, paradójicamente, es el lugar del que casi todos venimos y al que, para aliviar la mala vida de la gran ciudad, acabamos volviendo transitoriamente. Sin duda, parar su desaparición sería un buen modo de asegurarnos una futura vida mejor.» (PÉREZ ROMERO, Enrique: En mitad del camino. Asociación Cinéfila Re Bross, ed. Filmoteca Regional de Extremadura – Festival de Cine Español de Cáceres, Cáceres 2006, pág. 276)
Crítica
“En el último Festival de Rotterdam apareció una película española de la que casi nadie sabía nada. Poca o nula publicidad institucional se había hecho de este film que para sorpresa de muchos se hizo con uno de los prestigiosos Tigres del festival holandés. Desde entonces, El cielo gira no ha parado de girar participando en festivales y ganando premios en casi todos. Pero, ¿de dónde sale este curioso film? Su origen está en el Master de Documental de Creación de la Universidat Pompeu Fabra de Barcelona, un proyecto que se dio a conocer con el éxito de En construcción, de José Luis Guerin. Mercedes Álvarez trabajó con Guerin y ha contado con el apoyo de Erice, dos pesos pesados de un determinado tipo de cine del que ella se reclama deudora. Pero, por suerte, esta joven soriana no se limita a seguir las enseñanzas de sus dos mentores y ha sabido introducir en este primer trabajo una dimensión que la distingue y la singulariza: el tiempo. También en Erice y Guerin el tiempo cinematográfico es importante, pero en el caso de Álvarez este tiempo no es solo el del transcurrir de las horas (como en El Sol del membrillo), ni el climatológico (realmente importante en su caso), sino el más dilatado de la propia historia de la Humanidad concretada en su pequeño pueblo natal. De los dinosaurios a las estrellas; de los íberos a la Guerra de Irak; de los árabes a los constructores de hoteles. El tiempo en su dimensión más amplia y al mismo tiempo más precisa: el del presente que ella retrata y fija en la memoria. Se ha dicho que esta película cuenta el final de un lugar, la pequeña aldea donde nació la propia Mercedes en la que quedan tan solo 14 habitantes. Pero a mí no me parece que esto sea lo más importante. Para mí, esta no es una película nostálgica del pasado que se ha ido. Al contrario, es una película que habla de la capacidad de transformación de un paisaje, de una sociedad. Y ahí entra la figura impresionante del pintor Pello Azketa, un hombre que pierde la vista, un pintor que deja de ver, pero que no por eso deja de interpretar. Esa es la clave de esta historia: las cosas se difuminan, parece que desaparecen, pero en realidad se convierten en otra cosa: el cuadro que pinta Pello; el documental que hace Mercedes; la nueva vida que comenzará en la aldea cuando se abra el hotel… Para amantes de películas que cuentan cosas. Lo mejor: la figura del pintor Pello Azketa. Lo peor: la voz en off distancia un poco, pero no es importante.” (Nuria Vidal, Fotogramas, 29-May.-2008)