Pantalla Grande

Lumière: la aventura continúa

Gracias, papás



Director: Thierry Fremáux

Guion: Thierry Fremáux

Música: Gabriel Fauré

Montaje: Jonathan Cayssials, Simon Gemelli, Thierry Fremáux

Productores: Maelle Arnaud, Nathanaël Karmitz

Género: Documental


Idioma (VOSE): Francés

Duración: 103'

SESIÓN 17.12.25

Aquel 28 de diciembre de 1895 todo iba a cambiar. No era ninguna broma. Las 33 personas que, previo pago de un franco, esperaban sentadas (tal vez expectantes aunque algo escépticas) en el salón Indien del Grand Café, en el número 14 del boulevard des Capucines de París, tampoco eran conscientes de ello antes de que se apagaran las luces y, de repente, ante sus ojos, un rectángulo de luz obrara el prodigio, la magia de las imágenes en movimiento. Fueron los primeros espectadores de la historia de un nuevo arte, el cine, que hoy sigue alimentando sueños, documentando realidades, ayudando a entender las complejidades humanas, divirtiendo, entreteniendo, enseñando… y 130 años después de su invención sigue creando tantas o más pasiones entre el público que las que a buen seguro vivieron aquellos 33 primeros cinéfilos que disfrutaron de esa primera sesión cinematográfica compuesta por títulos como Salida de los obreros de la fábrica Lumiére, El regador regado y La llegada del tren a la estación.

Los fabulosos hermanos Louis (1864-1948) y August (1862-1954), no sólo fueron los auténticos inventores del séptimo arte, los últimos, en realidad, en un proceso técnico de evolución paso a paso, en diferentes años y lugares del mundo, sino lo que es lo más importante: los Lumière fueron los primeros directores de cine de la historia. Como destaca el propio Thierry Frémaux, responsable del Institut Lumiére de Lyon y director del prestigioso Festival de Cannes, son «la figura más importante y la más olvidada del cine». Lumiére, la aventura continúa (Lumière! L’aventure continue), como su predecesora, Lumiére, comienza la aventura (2016), también dirigida y escrita por Frémaux y que pudo verse en su día en el Cineclub de la UNED, viene a saldar esa deuda y a hacer justicia deleitando de nuevo a los espectadores con parte del hermoso legado (cerca de 2.000 películas de alrededor de un minuto de duración) que, como directores o productores, realizaron los Lumière a lo largo de 10 años, entre 1895 y 1905. 

El resultado es esta hermosa producción, una especie de muñeca rusa compuesta por pequeñas maravillas que retratan el mundo tal como era en aquella época y que permiten atisbar cómo los Lumiére, especialmente Louis, quien se dedicó más de lleno a la dirección de los filmes, crearon las bases de la narrativa cinematográfica tal como la conocemos en la actualidad. «Su estilo y sus convicciones han permanecido; allanaron el camino para una nueva forma de arte cuyo glorioso futuro fue anunciado por sus propias películas», insiste Fremáux, que también firma el guión y locuta los comentarios de las imágenes. 

Lumiére, la aventura continúa es mucho más que un documental. O mejor dicho, son varios documentales en sí mismos, tantos como diversa y heterogénea fue la producción e impronta de estos pioneros del cinematógrafo que, en realidad, crearon los géneros (del cinema verité a la comedia) y dieron al cine su primera gramática (los diferentes tipos de planos, desde la panorámica al travelling; sus encuadres o la puesta en escena). «Lumiére gira la manivela y la gran historia nace con el logro técnico de un aparatito de hierro y madera de contornos perfectos», argumenta Frémaux en el propio filme. «Hace 130 años que los hermanos Lumière inventaron el cinematógrafo y ya estaba todo allí: la comedia, el drama, la interpretación, los rostros infantiles, los travelling en un barco y las panorámicas en tranvía», indica el realizador.

Dividida en 11 capítulos, un prólogo y un epílogo (quedénse hasta el final de los títulos de créditos porque hay una sorpresa protagonizada por el gran Francis Ford Coppola), Lumiére, la aventura continúa compila 120 películas Lumière (primorosamente restauradas para la ocasión) que no se han visto desde que se proyectaron en la gran pantalla hace 130 años. Por supuesto, la famosa Salida de los obreros de la fábrica, pero también un simpático baile infantil, un barco que navega entre la fuerza de las olas, equilibristas en un espectáculo callejero, una batalla, una familia japonesa, la hermosa Venecia o un paisaje nevado o una curiosa panorámica de la Puerta del Sol de Madrid en la que puede contemplarse un curioso sistema de tranvía tirado por caballos, entre otras muchas joyas del séptimo arte más primitivo. «Yo quería hacer una película de Lumiére con películas Lumière y volver a llevar el cine de Lumière dentro de una sala de cine y para gente de cine», subraya Frémaux. El resultado, obviamente, es una delicia que permite disfrutar del cine más puro, audaz y juguetón autodescubriendo sus propias posibilidades y límites.

Tras la aparición de la fotografía en 1835, el siguiente empeño de inventores y científicos fue captar y reproducir la imagen en movimiento. Los sucesivos pasos de mentes tan brillantes como la de George Eastman (1854-1932), que en 1888 fabricó la primera película cinematográfica de celuloide; o la de W.K.L. Dickson (1860-1935) al crear el kinetoscopio, un aparato que recreaba el movimiento pasando de forma rápida y sucesiva unas fotografías tomadas en serie, consiguieron allanar la senda. Pero sólo los fabulosos hermanos Lumière perfeccionando el kinestoscopio consiguieron crear lo que hoy es el cine. 

Jóvenes (apenas tenían 30 años cuando lo inventaron) y, sobre todo, talentosos (no hay mejores encuadres, ni mejores panorámicas), el filme de Frémaux busca también desterrar falsos tópicos como el de que los hermanos Lumière nunca vieron futuro a su propio invento. Todo lo contrario, en un alarde de generosidad, siempre concibieron el cinema como una ventana abierta al mundo y, una vez introducido como nuevo espectáculo de ocio, se dedicaron a trabajar en otros avances tecnológicos como la fotografía en color, entre muchos otros. De ahí que formaran y lanzaran con sus cámaras a un buen número de corresponsales por todo el globo terráqueo para que sus bellezas, costumbres y singularidades pudieran ser disfrutadas desde la acogedora oscuridad de una butaca acompañada de gente extraña con la que, mágicamente, se comparten emociones durante la duración de un filme.

Esa magia del cine, ese viaje, nunca se detuvo y continúa hoy vivo pese a las muchas crisis y cambios que ha vivido la más joven de las artes. «El cine, desde el principio y hasta hoy, es una manera de mostrar lo que son los seres humanos. Lumiére enseguida lo entendió», añade Frémaux. Pero consciente de que peligra el modo en el que los hermanos concibieron su gran invento, las proyecciones en salas con público, se pregunta cuál será su futuro. «Celebrar su memoria es una forma de alimentar lo que somos», añade, y, en cierta forma, este jovial y hermoso filme, todo un tributo de amor al séptimo de arte, es la respuesta. Porque, atentos a cuando se enciendan las luces de los cines Mercado al final de la proyección de este filme. Seguro que abundarán las sonrisas, los ojillos vidriosos de emoción y ganas de aplaudir y decir: «Gracias, papás».

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