Pantalla Grande

Pacifiction

Todos van al paradise



Director: Albert Serra

Guion: Albert Serra

Fotografía: Artur Tort/ color

Música:  Marc Verdaguer,  Joe Robinson

Montaje: Artur Tort, Albert Serra

Productores:  Katia Khazak, Charlotte Vincent

Intérpretes: Benoit Magimel, Pahoa Mahagafanau, Cécile Guilbert, Marc Susini, Sergi López


Idioma (VOSE): Francés, inglés, polinesio y portugués

Duración: 165'

SESIÓN 20.03.24

Albert Serra es un director que ejerce de apóstol y reivindicador de la ficción en el cine. Para Serra el cine actual es prisionero del tributo que tiene que pagar a la historia o argumento que le sustenta, son simplificaciones de nuestra experiencia de lo real.  No tiene mejor opinión del mundo de las series televisivas, a las que considera mayoritariamente periodismo en imágenes. Con Pacifiction ha hecho su película más narrativa hasta la fecha, pero no ha renunciado a que el espectador participe de una experiencia casi física en su visionado, una inmersión sensorial y cromática donde lo que se nos cuenta es menos importante que lo que vemos. Serra pretende que la película cree la sensación, en quien la disfruta, de que la acción de la misma se desarrolla en tiempo real delante de sus ojos. El espectador recobra la inocencia ante la pantalla gracias al intento del director de romper todo tipo de clichés. Porque el germen del arte debe partir siempre de la huida de cualquier camino seguido por otros hasta la fecha.

La película, ya hemos indicado, es más argumental que la mayoría de la suyas. Se menciona el colonialismo, el choque cultural, los intereses políticos y la geoestrategia mundial. Pero todo ello, incluido los actores, son el hilo de un collar donde se engarzan las perlas. Y siempre serán más valiosas las perlas que el hilo. Si cabe hacer una excepción a esto último, sería la indiscutible relevancia del actor protagonista que interpreta el papel de Roller (Benoit Magimel), Alto Comisionado del Gobierno Francés en esas lejanas islas de la Polinesia. Su interpretación, improvisando la mayor parte de los diálogos y sólo sometido a unos pequeños criterios para definir al personaje, es de una naturalidad tan hiperrealista que daría la impresión de que sus reflexiones y diálogos se realizan con micrófono oculto, sin que Benoit lo sospeche. Lo bueno de no contar con guion ni ensayo es que obliga a todos los que participan de esta performance a contribuir en la creación de la obra artística. 

Roller es el hombre más relevante de la isla. Le gusta hablar con todo el mundo, es el político factótum por excelencia. No hay nada que ocurra en su isla que no conozca antes que la mayoría. Frecuenta un night-club, el Paradise, donde toda la gente importante y todo lo que importa se cuece allí. Ese garito podría ser el Rick’s de Tahití, salvo por el hecho de que Roller no es Rick Blaine. En los últimos días se dejan ver en su interior gente extraña, espías internacionales y militares de la armada francesa. Todo esto coincide con los rumores de que Francia pretende volver a realizar explosiones nucleares controladas en el atolón de Mururoa, como ya ocurrió en los años sesenta. Roller, aun siendo un representante de la metrópoli, no comparte ese cambio de actitud de su país. La vuelta a las explosiones generaría desconfianza en los nativos, arruinaría el sector turístico y sería el final de su bello, aunque – todo hay que decirlo- decadente paraiso.

Contado así, Pacifiction parecería la típica película comercial de acción y conspiración internacional, pero Albert Serra no quiere competir en esa liga. Todo este supuesto argumento no es otra cosa que un enorme macguffin (165 minutos de macguffin, por cierto) utilizado para revelarnos el modo que tiene Serra de entender la ficción en el cine. La ficción no puede convivir con nada que huela a realidad. Para ello hay que renunciar a racionalizar lo que vemos en la pantalla y entregarnos a la parte más sensitiva de nosotros mismos. Y si piensan que es demasiado inmersión sensitiva para una tarde, pueden consolarse si les digo que el director rodó casi quinientas horas de metraje.

 El título se permite jugar con el significado literal: pacificación, o con la fusión de dos palabras Pacífico y Ficción. Es una de las muchas travesuras que le gusta hacer a Serra, un director más apreciado en Francia que en España, donde su cine suele pasar de puntillas por nuestras pocas salas donde se proyecta. Los franceses le volvieron a recibir en Cannes con los brazos abierto, compitiendo con serias opciones a la Palma de Oro y plantándose en los premios César con nueve nominaciones, obteniendo en éstas el premio al mejor actor (Benoit Magimel) y fotografía (Artur Tort). 

Sumérjanse en este trance hipnótico al que nos conduce Serra. Pierdan el miedo a enfrentarse a una forma de hacer y entender el cine que no siempre es del agrado del espectador, acostumbrado a recorrer senderos previsibles. Esto es un cineclub, y los programadores tenemos la obligación de no abdicar del espíritu fundacional que nos animó a crearlo hace ya treinta años; mostrar a nuestros abonados que hay vida más allá de Hollywood. Y al final, cuando despertemos del trance, confío en que de camino a casa no nos preguntemos qué historia es la que nos quería contar Serra. Eso sería lo último que al director le gustaría.

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