Es un honor y un orgullo para nosotros poder abrir la XXX Edición del Cine Club con la obra más esperada del cine español de éste y de muchos años: la nueva película de Víctor Erice, Cerrar los ojos (2023). Por lo que he leído en alguna entrevista, parece que al director no le gusta que hablemos de “ausencia”, de “regreso” o de lo “poco” que ha rodado, pues considera, con razón, que nunca ha dejado de trabajar y que sus cortos, mediometrajes y videoinstalaciones (cuya relación incompleta pueden ver en la filmografía adjunta) también son “películas” y la práctica de un cineasta. «Mi compromiso con el cine ha sido de una naturaleza existencial más que profesional», ha dicho. Pero es inevitable observar que éste es su cuarto largometraje y que han pasado 31 años (más de los que tiene nuestro Cine Club) desde el anterior, El sol del membrillo (1992), 41 desde su previo largo de ficción, El Sur (1982), y 50 justos desde el primero, El espíritu de la colmena (1973), que, por cierto, revisamos hace 24 años en nuestro curso 1999-2000…

Pero tenemos un problema, que no vamos a ocultarles. Cerrar los ojos se estrenará en España (se habrá estrenado, cuando se publique esto) el 29 de septiembre de 2023, el mismo día en que Erice recibirá el Premio Donostia en el Festival de San Sebastián. Eso va a ocurrir (habrá ocurrido) después de la fecha de cierre de nuestra Revista. Como se pueden imaginar, con nuestros modestos medios y nuestro pobre aliño indumentario, no hemos podido asistir a su presentación en Cannes, La Rochelle, Nueva York, Toronto, San Sebastián u otros festivales donde se ha proyectado. Ni siquiera hemos podido pasar a Francia, como se hacía antiguamente, donde se ha estrenado el 16 de agosto… En consecuencia y por desgracia, no hemos podido verla todavía. Como les digo una cosa les digo la otra: esta desafortunada situación también supone para mí un poco de alivio y “liberación”, porque es una responsabilidad pelín abrumadora tener que escribir sobre la-nueva-película-de-Víctor-Erice, así de primeras y sin mucho tiempo para pensar… Por tanto (cláusula de exención de responsabilidad), sepan que esta página se basa en el press-book de la película, entrevistas con Erice y otras reseñas publicadas, sin la experiencia personal del abajo firmante.

Un célebre actor español, Julio Arenas (José Coronado), desaparece durante el rodaje de la película La mirada del adiós, dirigida por su amigo Miguel Garay (Manolo Solo). El film queda inacabado. Años después, este misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que recupera la figura del actor desaparecido, ofreciendo imágenes de sus últimas escenas…

Según Víctor Erice, la ficción que propone gira sobre dos temas: la identidad y la memoria. La memoria de dos amigos, un actor y un director de cine («uno no puede huir de su pasado, lleva a cuestas el fardo de la memoria; el otro, tocado por la mano clemente del destino, convertido en otro, se ha librado de ese peso»). La memoria de la televisión, un medio que convierte «la experiencia humana en archivo». Y sobre todo la memoria del cine («copias guardadas en su ataúd de latón, lejos de las salas que le vieron nacer, fantasmas de una historia única, socialmente usurpada por el Audiovisual»). En un relato que surge a medias de lo vivido y lo imaginado, entran en relación dos estilos diferentes: el propio del cine clásico, con su canon ilusionista, en ambientes y personajes; y otro, preñado de realidad, el que ha desplegado el cine moderno. «Dos clases de relato: uno, el que brotaba al amparo de la leyenda, contando la vida no tanto como era sino como debería ser; y otro, a la deriva, contemporáneo, sin memoria ni futuro ciertos». Son dos caras que se representan en la estatua de Jano, traída del cuento La muerte y la brújula de Borges. Además de Borges, hay referencias a Stevenson, Murnau, Gardel, los Lumière, Marsé y otras que, según Erice, nadie ha descubierto. Los recuerdos y los objetos simbólicos proliferan en la película, construyendo lo que Manu Yáñez considera una alegoría sobre el encuentro entre el documental y la ficción. 

Cerrar los ojos se ha rodado en localizaciones de Granada, Almería, Madrid, Alcalá de Henares, Segovia y Asturias, con un notable reparto encabezado por Manolo Solo, José Coronado y Ana Torrent. La “película dentro de la película” (La mirada del adiós) se rodó en decorados, en soporte fotoquímico y en 16 mm, por tratarse de la expresión de un género de cine basado en arquetipos, que no trataba sobre la realidad, sino sobre la vida como debía ser.

Por el lado del cine clásico, se ha destacado la visión del cine como historia de familias elegidas y de vieja camaradería, como milagro y religión (en palabras de Elsa Fernández-Santos), que culminaría en la secuencia del grupo de amigos cantando “My Rifle, My Pony, and Me”, de Río Bravo (Howard Hawks, 1959). Pero también se evocan las películas del propio Erice, incluyendo las incompletas o inexistentes:  por fin vamos al Sur (el viaje que quedó truncado en El Sur), donde se ha refugiado el director Garay, y vemos dos secuencias de lo que hubiera podido ser La promesa de Shanghái (la adaptación de El embrujo de Shanghái de Juan Marsé, que Erice no pudo rodar). 

Y los ojos de Ana Torrent, claro.