Pantalla Grande

Holy spider

Mashhad no es Whitechapel



Director: Ali Abbasi

Guion: Ali Abbasi, Afshin Kamran Bahrami

Fotografía: Nadim Carlsen/ color

Música: Martin Dirkov

Montaje: Olivia Neergaard-Holm

Productores: Sol Bondy , Jacob Jarek

Intérpretes:  Zahra Amir Ebrahimi,  Mehdi Bajestani, Sara Fazilat, Nima Akbarpour, 

Arash Ashtiani,  Forouzan Jamshidnejad


Idioma (VOSE): Persa

Duración: 117'

SESIÓN 17.01.24

A principios de este siglo un hombre llamado Saeed Hanaei, emprendió una cruzada psicótica contra las mujeres que practicaban el llamado oficio más antiguo del mundo. Los hechos transcurrieron en la ciudad sagrada de Mashhad, al norte de Irán. Las confesiones del asesino, verificadas por la policía, le atribuyen dieciséis feminicidios, pero se sospecha que el número pudo haber sido mayor. 

Para los que se acerquen a esta historia y traten de buscar algún paralelismo con los crímenes de Jack el Destripador a finales del siglo XIX en el barrio londinense de Whitechapel, podrán contrastar que la población de cada país percibió de forma diferente  la imagen de estos dos homicidas. En Gran Bretaña, la figura de Jack era el prototipo del terror que acosaba a las mujeres a la vuelta de cualquier esquina las noches de niebla, poco importaba si fuesen virtuosas o prostitutas. En Irán, la Araña Sagrada fue considerada por un amplio sector de la población como el instrumento elegido por Alá para limpiar las calles del vicio y del pecado. Esa diferente percepción es lo que llevó al director, Ali Abbasi, a adaptar al cine esta historia, llegando a decir que no pretendía hacer un relato sobre un asesino en serie, sino sobre una sociedad asesina.

No creo necesario explicar la imposibilidad que suponía obtener permisos para rodar este film en Irán. Cuando las autoridades de dicho país se enteraron de su propósito en narrar estos escalofriantes episodios de la historia criminal reciente de Irán, se lo prohibieron. Posteriormente presionarían para que tampoco pudiese ser rodada en Turquía. Era importante encontrar un país musulmán para que la localización y los exteriores fuesen creíbles.  Este problema se le presentó también, en su momento, a Tarik Saleh cuando se vio obligado a emplazar el rodaje de El Cairo Confidencial en Marruecos. En el caso de Abbasi fue Jordania, con sus calles y sus mezquitas, las que replicarían el universo de la ciudad sagrada iraní. Los actores en su mayoría eran profesionales que en algún momento se habían obligado a cambiar de aires lejos de su país. Los iraníes residentes, actores, productores y técnicos, tuvieron no pocos problemas. El montador de Holy Spider se vio obligado a huir del país ante la orden emitida por los tribunales religiosos. Ali Abbasi mantenía su doble pasaporte iraní y danés que le suponía una relativa tranquilidad, pero a pesar de ello fue reclamado desde Irán para se pusiera a disposición de las autoridades y respondiera a sus preguntas. Ali argumentó que no podía ir porque había un asunto importante que le retenía en Europa: sentía mucho amor por su integridad física.

Permítanme que haga una mención especial en favor de la protagonista indiscutible de la película: Zar Amir Ebrahimi. Era una popular actriz de series en Irán hasta el año 2006, cuando fue difundido en las redes un video sin su consentimiento en el que aparecía con alguien que no era su marido; grave pecado en la Persia de los ayatolas. Tuvo suerte, porque huyó de su país días antes de que fuera condenada a 10 años de cárcel y 99 latigazos. En la actualidad reside en Francia y trata de abrirse camino como actriz en nuestro continente, con todas las dificultades idiomáticas que esto supone.

Con un bagaje previo de sólo dos películas, Ali Abassi ya había convencido al público en los distintos festivales de que era un director al que había que seguir. Ha demostrado que, al igual que Tarik Saleh en su momento, se puede proceder de una cultura alejada en casi todos los parámetros de la escandinava y, al mismo tiempo, adaptarse a ella y enriquecer su cinematografía con una óptica diferente pero envuelta en ese particular sentido trágico de la vida al que nos tienen acostumbrados los cineastas nórdicos. Lo que le diferencia de sus obras anteriores: Shelley y Border es que en esta ocasión abandona la temática onírica o fantástica como instrumento, para retratar el mundo que le ha tocado vivir de forma cruda, decantándose en Holy Spider por un relato turbio, sin metáforas, filtros o afeites. La realidad del entorno que rodea a la protagonista es sucia y en algunos momentos sórdida. Puede provocar incomodidad en algún espectador, pero es el precio que Abassi exige que pagues, obligándote a penetrar en una atmósfera de realismo áspero en la que vive y padece el pueblo iraní en la actualidad. El director no comparte la visión de otros compatriotas y colegas de profesión a la hora de recurrir a un relato que anima al espectador a leer entre líneas para interpretar lo que nos está mostrando. La situación actual de Irán, y más después de los últimos y sangrientos sucesos de hace meses, obliga a contar las cosas como son. Hasta ahora, las autoridades iraníes mostraban una pequeña tolerancia con algunos directores incómodos, siempre y cuando sus críticas fuesen sutiles y las películas no se vieran en su país o se censurasen algunas secuencias. Algo parecido a lo que se vivió en la España del franquismo con Bardem, Berlanga o Borau, entre otros. Pero Abassi no está dispuesto a jugar a ese juego. Al hablar de su tierra ha decidido no hacer prisioneros. El precio es no poder volver a Irán. Nosotros como espectadores agradecemos ese tributo.

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