Pantalla Grande

Hija eterna

Hotel con «encanto»



Directora: Joanna Hogg 

Guión: Joanna Hogg

Fotografía: Ed Rutherford

Montaje: Helle Le Fevre

Diseño de Producción: Stéphane Collonge

Vestuario: Grace Snell

Maquillaje: Siobhán Harper-Ryan

Productores: Ed Guiney, Emma Norton, Andrew Lowe y Joanna Hogg

Productores Ejecutivos: Rose Garnett y Martin Scorsese

Intérpretes: Tilda Swinton, Joseph Mydell, Carly-Sophia Davies, August Joshi, Crispin Buxton


Idioma (VOSE): Inglés

Duración: 96'

SESIÓN 31.01.24

Julie Harte (Tilda Swinton), su madre Rosalind (Tilda Swinton) y su perro (Louis) van a pasar unos días en un hotel de campo, en Gales, para celebrar juntas el cumpleaños de la madre, viuda reciente. En el camino, el taxista (August Joshi) les cuenta una “historia de fantasmas” que le ocurrió en el hotel: cuando celebró allí su boda, en las fotos apareció la imagen de una mujer mirando por una ventana, desde un cuarto que estaba desocupado… Al llegar, ya de noche, el hotel Moel Famau Hall, rodeado por la niebla, parece vacío. Todas las llaves están en los casilleros, pero la antipática recepcionista (Carly-Sophia Davies) alega que en la reserva no consta la petición de una habitación en la primera planta, aunque finalmente se la concede… Para Rosalind, no es un hotel cualquiera: era la casa familiar de su tía, donde pasó parte de su infancia, incluyendo la evacuación durante la guerra. Luego, como ocurrió en la posguerra con muchas mansiones de campo británicas, cuyos propietarios no las podían mantener, la casa se vendió y se convirtió en hotel rural. La habitación en la que se alojan es la misma habitación en la que Rosalind dormía de niña. El comedor era su cuarto de dibujo. Cada rincón de la laberíntica mansión está lleno de recuerdos. Julie ha querido que su madre pueda rememorar su infancia, y a su vez pretende escribir el guión de una película sobre su relación con ella (Julie es cineasta), para lo que graba sus conversaciones. Pero no todos los recuerdos son alegres, también los hay de dolor, remordimiento y muerte… A eso se añade la niebla, el hotel vacío (muy bonito, pero hace que el Overlook parezca acogedor), y los ruidos que se oyen en la noche… 

Salvo error u omisión, ésta es la primera película estrenada comercialmente en España de la apreciada directora y guionista Joanna Hogg (Londres, 1960). En cierto modo, La hija eterna vendría a ser el tercer acto del díptico formado por The Souvenir (2019) y The Souvenir: Part II (2021), en las que ya aparecían los personajes de Julie y Rosalind Harte, aunque el estilo y el género eran muy diferentes. Las dos partes de The Souvenir se situaban en los años 80 y eran la crónica de las tribulaciones y sueños de una joven artista en formación, entre la autobiografía y la autoficción de la propia Hogg. El título hacía referencia al cuadro de Jean-Honoré Fragonard (1775). La veinteañera Julie (Honor Swinton Byrne, hija de Tilda Swinton en la vida real) era una estudiante de cine que intentaba crear su primera película, mientras lidiaba con su protectora madre, Rosalind (Tilda Swinton), y mantenía una relación con un diplomático algo mayor, carismático pero desequilibrado y adicto a la heroína, Anthony (Tom Burke), que moría por sobredosis al final de la primera película. En la la segunda, Julie seguirá su camino hasta completar su película de graduación (titulada precisamente The Souvenir). Aunque estas dos películas no se estrenaron en España, hay formas de verlas. La hija eterna se puede ver y entender de manera independiente, pero las precedentes son interesantes y nos aportan una dimensión adicional, pues incidían en esa relación madre-hija, aunque no fuese el tema central. 

La hija eterna ofrece una narración pausada, envolvente, sin sustos ni grandes golpes de efecto. Para los admiradores de Tilda Swinton, entre los que humildemente me cuento, esta película es una fiesta. En su doble papel, la maravillosa actriz está presente durante todo el metraje, en dos interpretaciones llenas de profundidad y matices. Tras considerar y descartar el uso de dobles o efectos visuales, la directora tomó la atrevida decisión de filmar a las “dos” Tilda Swinton por separado y sin artificios, de manera que ambos personajes no comparten el mismo plano. Esto refuerza la sensación de extrañeza, de que ambas se encuentran en “dimensiones” diferentes… Los dos intérpretes de reparto apuntalan el relato con intervenciones breves pero muy significativas. Joseph Mydell como el encargado de mantenimiento que tiene la capacidad de “ver” y “conectar” con las presencias del hotel (es inevitable pensar en el Hallorann de El Resplandor). Y una excelente Carly-Sophia Davies como la recepcionista fría, un poco borde pero no abiertamente hostil, que al final revela su empatía.

La película se rodó en Gales, durante la pandemia (entre noviembre y diciembre de 2020). La casa era Soughton Hall, un hotel rural en Sychdyn, Flintshire, actualmente especializado en bodas (https://soughtonhall.co.uk/). Siguiendo su costumbre, Joanna Hogg no escribió un “guión” propiamente dicho, sino una “declaración de intenciones” de tres páginas. Sobre esa base, fueron construyendo cada escena, de manera cronológica, mediante “talleres” con los actores y el equipo de cámara. Este método creó una atmósfera especial en el equipo. Hogg había decidido rodar el film en celuloide y, tras hacer varias pruebas, el director de fotografía Ed Rutherford empleó cámaras Arriflex 416 con película Kodak S16mm, que aportaba el grano y definición que necesitaban para la historia. En la última escena, por razones que ya entenderán, fue necesario un cambio radical en el color y la luminosidad… La película no tiene una partitura original. Se oyen fragmentos de canciones diegéticas, en otras tantas escenas en las que la recepcionista se va del hotel en un coche rojo, y existe un fragmento de música “adicional” de Jovan Ajder. La banda sonora está dominada por el hipnótico Andante Tranquillo de la Música para Cuerdas, Percusión y Celesta de Béla Bartók, en la versión de Jean-Jacques Kantorow con la Tapiola Sinfonietta (no parece casual que Kubrick utilizara esta misma obra de Bartók en El Resplandor).

Aunque se trata de una historia original, se incluye de manera explícita una referencia literaria, en el libro que está leyendo Julie y que la cámara enfoca: el relato «They» (1904) de Rudyard Kipling, una preciosa historia en la que un automovilista pionero se pierde por las carreteras rurales y termina en una casa de campo habitada por una mujer ciega y unos niños fantasmales. Como muy bien ha escrito Elsa Fernández-Santos, La hija eterna se sitúa en el territorio de lo sobrenatural y fantasmagórico, porque eso son también las relaciones maternofiliales, un arcano lleno de rincones secretos. La filmografía de madres-e-hijas es abundante, pero mayoritariamente tiende a lo tremendista o exagerado, sea por el lado dramático o por el cómico. En cambio, lo bonito de esta película es que se acerca más a la normalidad de las relaciones que todos conocemos, con aristas, pero en las que predomina el amor y el deseo de conectar y compartir. 

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