Pantalla Grande

A hundred flowers

Recordar, volver a vivir



Director: Genki Kawamura

Guion: Genki Kawamura, Hirase Kentaro

Fotografía: Keisuke Imamura

Iluminación: Tatsuya Hirayama

Música: Shohei Amimori

Diseño de Producción: Ryo Sugimoto

Dirección Artística: Yutaka Motegi

Montaje: Sakura Seya

Sonido: Masahito Yano

Estilista: Daisuke Iga

Maquillaje y peluquería: Katsuhiko Yuhmi

Productores: Taichi Itó, Kenji Yamada

Intérpretes: Masami Nagasawa, Mieko Harada, Masaki Suda, Masatoshi Nagase, Misuzu Kanno, Amane Okayama, Yuka Itaya, Yumi Kawai, Yukiya Kitamura, Keishi Nagatsuka


Idioma (VOSE): Japonés

Duración: 104'

SESIÓN 15.05.24

<<Hace seis años mi abuela se olvidó de quién era yo. Al ver cómo perdía la memoria progresivamente, me di cuenta de que yo mismo había olvidado muchos de mis recuerdos y que estaba viviendo una vida de recuerdos sobrescritos. Los seres humanos estamos constituidos por nuestros recuerdos, no por nuestros cuerpos. Incluso el recuerdo más insignificante se arraiga en esa persona y le da forma como ente. Escribí A hundred flowers basándome en esas ideas.>> (Genki Kawamura)

La mente de Yuriko comienza a deteriorarse rápidamente, ya que padece demencia senil. Sin embargo, para su hijo Izumi, los recuerdos de su madre permanecen tan nítidos como cuando vivió la experiencia que los originó. El recuerdo de una vivencia lo persigue y atormenta especialmente: cuando pensó que ella había desaparecido.

Digamos que, por ejemplo, tuvieras un accidente con el coche y no hubieras sufrido daños físicos, pero hubieses perdido tus recuerdos. ¿Dirías que eres la misma persona? Probablemente no. En cambio, si sustituyesen tu cuerpo por una máquina dejando tu memoria intacta, quizá sí seguirías siendo la misma persona.

<<El ser humano no se define por su cuerpo, sino por sus recuerdos. Incluso los más triviales forman parte de un sistema complejo arraigado en la identidad de cada uno>>, viene a decir Genki Kawamura, el director.

Esta película cuenta la historia de Yuriko, una madre que poco a poco va perdiendo la memoria y olvida a su único hijo, Izumi, y, con él, sus recuerdos. El objetivo de la película es ilustrar la naturaleza de los recuerdos humanos, lo que significa tener hijos y los problemas actuales de la demencia a través de las discusiones de ambos personajes y su reconciliación final.

Los recuerdos de la madre, que padece alzhéimer, y los de su hijo se presentan de manera alternada. Los vacíos de memoria de ambos son la perspectiva y los sentimientos del otro. Dado que los recuerdos son, por naturaleza, en primera persona dudamos o guardamos rencor hacia los demás. Sin embargo, también pueden servir como una fuerza que une a las personas que estarían destinadas a estar juntas y quererse. Al final, la película muestra el momento en el que dos personas, incapaces de compartir sus recuerdos y perspectivas, se unen gracias a un acontecimiento milagroso.

Por norma general, esta película utiliza una toma por escena. Al igual que no podemos “parar” nuestras vidas como en una película, el tiempo transcurre libremente. No obstante, también es cierto que, en nuestro día a día, recordamos fragmentos del pasado a través de sucesos sin importancia. Muchos ocurren espontáneamente y sin contexto al interferir con la realidad que hemos vivido: por ejemplo, recordar una ruptura dolorosa al coger el tren; una pelea con un amigo cuando erais niños durante una quedada; o algo que viste en las noticias el día anterior durante la cena. 

La película trasmite este tipo de actividad cerebral mediante movimientos de cámara, edición y sonido. En una sola escena, la realidad se entrelaza con los recuerdos del pasado, pues ambas líneas temporales ocurren en paralelo. La serie de recuerdos pasados que se van insertando a lo largo de la película anuncian ciertos acontecimientos que se resuelven en el clímax de la secuencia final. Genki Kawamura traza a lo largo de su ópera prima un hermoso paralelismo entre la paulatina pérdida de memoria que afecta a la madre y el proceso catártico por parte del hijo en la recuperación de ese mismo pasado para él desconocido.

Lo más valioso que tiene A Hundred Flowers (Hyakka) es la sutil manera en que utiliza un complejo montaje con saltos temporales que funcionan a modo de rompecabezas para contraponer el momento presente con esos recuerdos dolorosos, tanto de la madre como del hijo, integrando en su narrativa constantes metáforas y simbolismos (la música, las flores, los fuegos artificiales…) que sirven para definir las distintas fases por las que irá pasando una relación perjudicada por un trauma del pasado y que les ha mantenido alejados durante demasiado tiempo. 

El filme describe muy bien ese laberinto mental de confusión provocado por el avance de una enfermedad degenerativa y lo hace mediante brillantes ideas visuales. Pero la película <<es también una historia sobre el perdón como acto de sanación personal y, claro está, sobre la significación del vínculo materno-filial.>> (Daniel Barriol)

A Hundred Flowers (Hyakka) es una película que emociona profundamente por su sinceridad y, también, por la dureza de todo lo que cuenta. Una joya de orfebrería, que habla del alzheimer y sabe evitar el peligro del melodrama y no incurrir en la tentación del didactismo. A hundred flowers no es sino un memorable “haiku” sobre los recuerdos y la memoria.

PROXIMAMENTE
Ciclo Buster Keaton
El comparsa

SESIÓN 07.05.24

PROXIMAMENTE
Ciclo Buster Keaton
The love nest

SESIÓN 07.05.24

PROXIMAMENTE
Pantalla Grande
La maternal

SESIÓN 08.05.24

PROXIMAMENTE
Pantalla Grande
A hundred flowers

SESIÓN 15.05.24

© Cineclub Uned 1994-2024

info/a/cineclubuned.es - 975 224 411