La propia Premio Nobel de Literatura 2022 Annie Ernaux se considera un cruce entre «literatura, sociología e historia» y son precisamente estas tres premisas las que mejor definen, contextualizan y, al mismo tiempo, dan perspectiva y valor a El acontecimiento, un filme basado en la novela homónima de la propia Ernaux que relata su experiencia personal con el aborto en una época, la Francia del año 1963, en la que las mujeres no podían decidir por sí mismas, era delito y la única forma de interrumpir el embarazo era de forma clandestina poniendo en serio riesgo la vida.
La directora Audrey Diwan y su coguionista Marcia Romano adaptan de forma muy inteligente la autoficción de Ernaux, trasponiendo el relato literario al lenguaje cinematográfico con una puesta en escena llena de sutilezas, pero también de crudeza. Anne es una brillante estudiante universitaria. Como muchas otras chicas de la época, disfruta de los bailes, de los buenos momentos con sus amigas… Desde los primeros minutos de metraje, sin embargo, tenemos la sensación de que es distinta a las demás y, en medio de un prólogo costumbrista en la que acompañamos a Anne en su rutina, como a ella, a la tercera semana, nos embarga el miedo. Los días van pasando y todo parece desmoronarse bajo el paso inexorable del tiempo.
«Creo que el cine consiste en emociones que te sacudan. Al menos, esa mi visión sobre el cine. Además, cuando Annie Ernaux escribe busca ser honesta, no impactante, y yo no quería hacer una película impactante, sino realistamente impactante», apunta Diwan. Pero El acontecimiento no es estrictamente un relato histórico ni tampoco un drama al uso. Lo que eleva la película más allá de estos dos géneros cinematográficos es una forma de narrar la historia cercana al suspense. De hecho, la propia cineasta confiesa que leyendo el libro «tenía la sensación de estar en una especie de thriller con una mujer peleando contra el tiempo, la presión de los exámenes y lo que está sucediendo con su propio cuerpo, la gestión de su secreto…». Y esa desazón de Anne (admirablemente interpretada por Anamaria Vartolomei), esa contrarreloj en la que las semanas van sumando y el tiempo se acaba, se refleja en la pantalla. La cámara, siempre muy cerca de la protagonista, se convierte en su cómplice y casi en el único apoyo, primero, en el primer paso de aceptación de que está embarazada, después en su decisión de no tener el bebé. «Empecé a pensar que podría trasladar al cine el viaje de esa chica… Por eso desde el principio la idea de la película no era mirarla, sino estar con ella todo el tiempo», explica la realizadora, que confiesa que fueron no pocos los productores que dijeron no a llevar a la pantalla esta historia por la polémica que genera su temática.
«Me gustaría tener un hijo algún día, pero no uno que me quite la vida», confesará Anne. Terminar sus estudios es vital para ella. Está llena de sueños que quiere realizar, pero la sociedad le niega el derecho a decidir. «Señorita debe aceptarlo. No hay alternativa», le espeta uno de los médicos a los que pide ayuda para interrumpir su embarazo.
«Quería hacer la película desde el dolor, pero también desde el placer. Las mujeres de la película hablan de aborto legal, pero también reivindican una vida sexual y hacerse cargo de su destino intelectual. Así que la película es fuerte porque es fuerte su sensación de libertad», expone la realizadora. Anne, como muchas otras chicas de su edad, reivindica su derecho a vivir su sexualidad plenamente, sin arrepentimientos. «Es sólo una mujer joven aspirante a escritora que siente tanto deseo intelectual como sexual, que quiere explorar el placer, pero en una época en la que la sociedad no puede aceptar la idea de que las jóvenes solteras tengan sexo», subraya la realizadora y guionista del filme.
Así que su decisión de interrumpir su embarazo se topará primero con el miedo y el tabú (nadie quiere ni oír ni pronunciar la palabra aborto), después con el cinismo que tratará de juzgarla moralmente pero, sobre todo, con la soledad. Anne está sola en esto. No sabe dónde dirigirse, no encuentra quién la puede ayudar en una época en la responsabilidad de un embarazo sólo concernía a la mujer. Las semanas pasan y el tiempo para poder interrumpir su embarazo se agota. «Buscaba la manera de mostrar los años 60 no como un período de paz, sino filmar segundo a segundo cómo era vivirlos desde el prisma de esta mujer joven», argumenta la cineasta.
Y, desde luego, Diwan consigue claramente infundir en el espectador el agobio, la desazón y el peligro al que se enfrenta la protagonista. Lo consigue manteniendo la cámara muy cerca de Anne, con un tono firme, aunque pausado, en algunos momentos documental, casi quirúrgico. Crudo. La dirección es potente, pero comedida. Precisa. No se endulzan ni las dificultades a las que se enfrenta la protagonista, ni las decisiones que toma cuando, desesperada, pone en riesgo su vida. Aun así se trata de una película rodada desde un punto de vista muy emocional en el que la empatía con la protagonista desde los primeros minutos de metraje consigue vivir toda la narración desde un punto de vista claustrofóbico.
Sin embargo, pese a todo, El acontecimiento no es un alegato en favor del aborto. Sí lo es contra el silencio, la hipocresía y la falta de capacidad de decisión de las mujeres que, más allá del retrato la Francia de los años 60, se erige en un espejo de la situación de las mujeres que ven recortados sus derechos en distintos lugares del mundo. Es inevitable pensar que hay mujeres que actualmente están pasando por lo mismo que Anne en infinidad de países donde la interrupción voluntaria del embarazo sigue penada por ley o donde recientemente se ha recortado este derecho social. Para todas ellas, como para Anne, el paso de las semanas sigue siendo una amenaza.