«Girl, you know is true/ Ooh, ooh, ooh, I love you…». Era oír esta canción y… «ooh, ooh, I love you…» me temblaba todo el cuerpo. Eran años inocentes de preadolescencia, de carpeta escolar forrada con pegatinas y fotografías recortadas de la revista Super Pop, de rallar hasta la saciedad el vídeo con las grabaciones de sus actuaciones en el mítico programa televisivo Rockopop «ooh, ooh, I Love You», de sudores fríos y grititos entusiasmados cuando pensábamos en Fab Morvan y Rob Pilatus que, como se decía entonces, estaban para parar un tren. Eran indiscutiblemente los artistas del momento. El dúo franco-germano Milli Vanilli vendió más de siete millones de copias de este tema y a él seguirían otros éxitos posteriores como Baby, Don’t forget my number o Blame it on the rain. Los años 80 llegaban a su fin, aunque no sus características chaquetas con grandes hombreras y las mallas de ciclista. Habría que esperar hasta bien entrada la década de los 90 para que internet y, por tanto, la viralización global de las noticias, hiciera acto de presencia. Pero en este caso no hizo falta. Un fortuito (¿en serio?) error técnico dejó al descubierto en directo ante 80.000 espectadores lo que ya era un secreto a voces: que Fab Morvan y Rob Pilatus no cantaban realmente, que sólo prestaban su imagen y bailaban, que, en realidad, eran un fraude, un «ooh, ooh» maldito fraude, un producto de marketing salido de la factoría de Frank Farian, el creador de otro grupo de Boney M.
Millones de adolescentes quedamos sumidas en la más absoluta desolación. Pronto el nombre Milli Vanilli adquirió una nueva acepción como sinónimo de estafa. Los que hasta ese momento habían sido idolatrados sufrieron el escarnio público y fueron objeto de burlas en todo el mundo. Sus fotos desaparecieron de las carpetas escolares, tuvieron que devolver el premio Grammy al Mejor Artista Revelación y empezó para ellos un calvario que no supieron ni pudieron gestionar. De hecho Rob Pilatus falleció algo más tarde, en 1998, a causa de una sobredosis de ansiolíticos. Fab pasó a su vez años sin atreverse a salir de casa, sólo durante la noche se aventuraba a hacer la compra «y si alguien me miraba o sonreía asumía que se estaba riendo de mí», recuerda.
Sin embargo, una vez fueron las mayores estrellas del planeta. «¿Y sabes por qué? Porque te dimos lo que querías», explican ellos mismos directamente a los espectadores de Milli Vanilli: Girl You Know It’s True, filme dirigido y escrito por Simon Verhoeven. Siguiendo la provechosa senda del biopic o películas biográficas sobre grupos o intérpretes musicales que abrió Bohemian Rhapsody (2018), de Bryan Singer, y que continuó con resultados menos rotundos y desiguales con Elvis (2022) de Baz Luhrmann, o la más reciente Back to Black (2024), sobre Amy Winehouse, uno de los principales aciertos de Milli Vanilli: Girl You Know It’s True es que no cae en la hagiografía y ofrece una mirada crítica, pero también empática hacia estos dos jóvenes (quizá no demasiado espabilados entonces) con ganas de triunfar y comerse el mundo pero que quedaron atrapados en una mentira a causa del éxito. «Aunque no éramos ningunos santos», comentan en el filme rompiendo la cuarta pared y en guiño constante con el público, Verhoeven carga especialmente contra la cruel maquinaria de la industria musical. «No estoy buscando cantantes. No estoy buscando bailarines. Estoy buscando estrellas», proclama en la película el personaje del productor Frank Farian, para subrayar que el público «escucha con los ojos», ante la insistente petición del Rob y Fab de grabar un disco con sus propias voces y «dejar de mentir a nuestros amigos, a nuestros familiares».
Quizá el acierto de esta obra es que son los auténticos (en realidad, los falsos) Milli Manilli los que cuentan su propia historia con su inocencia, también con sus contradicciones y echando mano, eso sí, de mucho humor. «La película consigue que te pongas en nuestro pellejo, que el público comprenda nuestro dolor, nuestra vergüenza, que entienda la jaula de oro en la que estábamos atrapados», señaló Fab Morvan con motivo del estreno de esta producción en el que destaca también una soberbia recreación de aquel final de los años 80 (el filme obtuvo los premios Lola del cine alemán al Mejor Vestuario y Maquillaje y peluquería) en los que la imagen comenzaba a ser lo más importante en la industria musical, esa «ilusión» con el único fin de hacer dinero. Al fin y al cabo, como reflexiona el propio Fab Morvan, «hoy puedes cantar como una mierda y el autotune hace que suenes genial. ¿Cuál es la diferencia con lo que hicimos nosotros?». De cualquier forma, este filme, como la propia trayectoria de Fab, es la constatación de que no importa lo dura que sea la caída: puedes volver a levantarte… y perdonar.
De alguna manera, Milli Vanilli: Girl You Know It’s True reconcilia con el dúo musical a aquellas adolescentes «ooh, ooh, ooh, I love You» para las que Fab y Rob fueron lo más, ese primer amor que, a pesar de todo, se recuerda con cariño. «Ooh, ooh, ooh, We Love You».