Pantalla Grande

Fallen leaves

Dos vagabundos y el amor



Director: Aki Kaurismäki

Guion: Aki Kaurismäki

Fotografía: Timo Salminen

Música: Pietu Korhonen

Sonido: Pietu Korhonen

Montaje: Samu Heikkilä

Productores: Aki Kaurismäki, Misha Jaari, Mark Lwoff, Reinhard Brunding

Intérpretes: Alma Pöysti, Jussi Vatanen, Janne Hyytiäinen, Nuppu Koivu, Matti Onnismaa, Simon Al-Bazoon


Idioma (VOSE): Islandés y danés

Duración: 81'

SESIÓN 14.05.25

Pongámonos en situación. Has conocido en un karaoke a alguien y después de quedar para ir al cine a ver una película de zombies, que te ha hecho reír más que nunca (teniendo en cuenta que eres finlandés), te das cuenta de que es la persona con la que quieres casarte y pasar el resto de tu vida. Pero hay un problema: has perdido su número de teléfono y no sabes cómo se llama porque justo te iba a decir su nombre en la segunda cita. Holappa (Jussi Vatanen) y Ansa (Alma Pöysti) parecen condenados a no estar juntos. Menos mal que el carismático director Aki Kaurismäki está aquí para tratar de evitarlo. Al fin y al cabo, como él mismo asegura, no hay nada que se le dé mejor que contar una historia de amor. Pero Fallen leaves es mucho más que eso, es una película llena de luz, melancolía, humor y un poquito de magia, una de esas joyas cinematográficas que hacen amar el cine y que dibujan en la cara del espectador una gran sonrisa cuando, tras la escena final, vuelven a encenderse de nuevo las luces de la sala. 

Autor de filmes ya de culto como Contraté a un asesino a sueldo (1990) o la brillante Un hombre sin pasado (2002), en Fallen leaves encontramos de nuevo al mejor Kaurismäki, al más poético, al más preciso y certero (sólo necesita 81 minutos para hacer una obra redonda) y, por supuesto, al más crítico con guante de seda de la sociedad actual. Fallen leaves es, en esencia, una historia romántica, pero también una crítica ferozmente inequívoca contra la precariedad laboral, así como una crónica de las lacras de la sociedad contemporánea como soledad no deseada o el alcoholismo. Todo ello lo aborda el veterano director finés con su característico tono tragicómico, diálogos absurdamente demoledores y, por supuesto, su pasión por el cine. En este sentido, Fallen leaves está llena de referencias a grandes títulos de la historia del séptimo arte como Breve encuentro (1945), de David Lean. «Era mi referente en cuanto a que una historia de amor, aunque sea fugaz, puede ser intensa. Ellos [Holappa y Ansa] prácticamente no se conocen hasta la última escena», explica Kaurismäki. Aunque a diferencia de los personajes de este clásico del cine británico, «durante el resto de la película o están siendo arrolladas por un tranvía o están perdiendo la chaveta», declara con humor el cineasta finlandés.

Esa pasión por el mundo del cine brilla también en toda la película con momentos memorables (y descacharrantes de risa) como la escena en la que dos espectadores (en realidad, dos vecinos amigos del director) ven claras vinculaciones en una película de zombies con el estilo de Robert Bresson y Jean-Luc Goddard y cristaliza en un final que hubiera firmado el propio Charles Chaplin para Tiempos modernos, por ejemplo, o cualquiera con el personaje de Charlot como protagonista. Al fin y al cabo, Holappa y Ansa son dos vagabundos que cruzan accidentalmente sus caminos. Como en las producciones de Chaplin, Kaurismäki pone mucha ternura y buenas dosis de inocencia en unos personajes que parecen vivir en un incierto período temporal (el vestuario, los decorados parecen sacados de los años 70), pero que se dan de bruces con una realidad que aturde, como la guerra de Ucrania. «A finales de los 80 me di cuenta de que si en las películas poníamos clips de noticias de lo que ocurría en Tiananmén, en China, era algo que iba a permanecer para siempre porque aquí prácticamente ha caído en el olvido. Y por esta razón quería plasmar esta maldita guerra en la película, porque quizá alguien la vea luego y entienda cuán cruel y estúpida es», declara el cineasta, que en Fallen leaves ha creado sin proponérselo una de sus obras más románticas. La historia, como confesó en la pasada edición del Festival de Cine de Cannes, ya le venía rondando por la cabeza. Hombre de pocas (pero claras y precisas) palabras, como queda patente en toda su cinematografía, el guion lo escribió en tan sólo cinco días. «Todos los hago muy rápido», confiesa. Aunque no lo parece. Fallen leaves está lleno de diálogos cargados de poesía, frases sencillas en apariencia que, sin embargo, resuenan con eco de prestigitador del lenguaje y sagaz traductor de sentimientos. Como recalca el actor que encarna a Holappa, un magnífico Jussi Vatanen que, por cierto, en el filme recuerda muchísimo al James Stewart de El bazar de las sorpresas de Ernest Lubitsch, «cada línea de diálogo es un verso».   

Incluyendo a su perra en el reparto (para la que pidió con sentido del humor la Palma de Oro Canina en Cannes) y con una hermosa selección de temas musicales de viejos discos que tenía por casa (a la que sumó la bizarra e hipnótica actuación del dúo Maustetytöt interpretando su melancólica canción Syntynyt suruunja puettu pettymyksin), Fallen leaves destaca por una marcada estética retro, el sello personal que Kaurismäki imprime a todos sus filmes. Con una acertada composición del color en la que predominan los azules, verdes, ocres y rojos, la magia de Kaurismäki obra también a través de unos encuadres bellísimos como sólo puede hacer un director que domina la técnica y la narrativa pero que no presta demasiada atención a esas cosas. Maestría se llama, aunque es de suponer que a Kaurismäki, hombre caústico y algo taciturno, rechazaría el cumplido con su habitual ironía. A simple vista Fallen leaves, como el resto de su cine, se presenta como una película sencilla, sin más pretensiones que la de contar una pequeña historia. Sin embargo, hay algo en este filme que lo hace grande y que encandiló a público y crítica en el Festival de Cannes, donde se alzó con el premio especial del jurado y el de la crítica especializada. Ni más ni menos que ese algo tan volátil que hace que una película tenga alma. Por muy alejado que se esté del momento vital de los personajes o de ese Helsinki árido y deshumanizado en el que es tan fácil sentirse solo es imposible no verse reflejado en la vital inocencia, en la hermosa dejadez (a lo que surja, sin presión) con la que sus protagonistas se entregan a la búsqueda del amor como la tabla de salvación más dulce para sobrellevar todo lo malo. Así que cuando comiencen los títulos de crédito finales y se enciendan de nuevo las luces de los cines Mercado seguro que, además, de una gran sonrisa mientras se tararea la bellísima canción que da título al filme, esa que habla de lo despacio y sin hacer ruido que la vida separa a los que se aman y de cómo el mar borra en la arena las huellas de los amantes desunidos, quedan claras un par de cosas. 1) ¡Importante! No perder el teléfono de la persona que puede ser el gran amor de tu vida. 2) No hay mejor lugar en el mundo que una sala de cine. 

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