Pantalla Grande

El amor de Andrea

Las cosas del querer



Directora: Manuel Martín Cuenca

Guion: Manuel Martín Cuenca y Lola Mayo

Fotografía: Eva Díaz

Música: Vetusta Morla

Sonido: Daniel De Zayas

Montaje: Ángel Hernández Zoido

Dirección de producción: Alazne González

Productores: Gonzalo Salazar-Simpson, Manuel Martín Cuenca, Jaime Ortiz de Zárate y Mónica Lozano

Intérpretes: Lupe Mateo Barredo, Fidel Sierra, Cayetano Rodríguez Anglada, Agustín Domínguez, Irka Lugo, Jesús Ortiz, Inés Amieva, Joesé M. Verdulla Otero


Idioma (VOSE): Español

Duración: 101'

SESIÓN 11.12.24

A estas alturas de la película está claro que Manuel Martín Cuenca es uno de los directores más destacados del panorama cinematográfico actual en España. Títulos como El autor, Caníbal o La flaqueza del bolchevique le han encumbrado tanto a nivel de crítica como de público. Sin embargo, no se duerme en los laureles. Sigue arriesgando y retándose a sí mismo con proyectos que aportan algo diferente a su filmografía. En El amor de Andrea este desafío pasa por reducir al mínimo la artificiosidad y rodar, casi como los pioneros del cinematógrafo, con un trípode y una única cámara. «El no tener un travelling me obligaba a pensar cómo filmar de una manera casi documental», explica el director. Esta limitación de medios le llevó a tener que resolver toda la puesta en escena a través de panorámicas y planificar al detalle todas las secuencias. Ha sido, sostiene, «como volver a la esencia del cine». Por si esto no fuera suficiente, la película ha sido rodada con luz natural (la hermosa Cádiz parte con ventaja, claro), en orden cronológico y en muchos casos, con actores no profesionales. Todo ello para, como asegura el propio realizador, hacer un filme «sobre lo que creo que importa a la gente, que son los afectos».

En este caso, los perdidos y los que aspiran a recuperarse aunque la empresa sea titánica y, en cierta medida, imposible. Porque a sus 15 años Andrea (bellísimamente interpretada por Lupe Mateo) se ha propuesto entender por qué su padre se fue de sus vidas y no quiso saber nada más de ella y sus hermanos pequeños, Fidel y Tomás. «Mi padre no nos quiere», le confiesa a un amigo. Pero no quiere rendirse, busca conseguir el cariño de su progenitor, quiere que vuelva a ejercer como el pater familias. Andrea no quiere renunciar a sus derechos de hija y lucha por reivindicar su espacio. Hay ausencias que causan heridas y siguen doliendo; ella no quiere eso para sus hermanos.

Relata Martín Cuenca que esa perfecta simbiosis de fragilidad y determinación que vio en Lupe Mateo la hacía perfecta para el papel de Andrea, una adolescente a la que su situación familiar ha obligado a hacerse mayor antes de tiempo. A través de su mirada, de su inocencia, de sus esperanzas, la película recorre la oscura huella de los malos tratos, de la masculinidad tóxica, de la falta de recursos económicos. El cineasta aborda todos estos temas con una profunda empatía y retratando la propia andadura de Andrea en torno al perdón y su propio aprendizaje y autoconocimiento con una naturalidad casi sagrada. La adolescente, entusiasmada con el libro que lee en el instituto, Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, aprenderá, sin embargo, que «no se pueden forzar esas cosas».  

El propio realizador, que firma el guión de esta obra junto a Lola Mayo, asegura que ha sido todo un placer crear este personaje y regresar a su propia adolescencia para, de alguna forma, entenderse a sí mismo. «Nos apetecía reivindicar esa mirada profunda y a la vez inocente, luminosa y sincera [de esta etapa de la vida] huyendo del retrato del joven como tarado mental que no sabe qué le pasa», apostilla Martín Cuenca. En este sentido, Andrea, confiesa, «tiene muchas cosas mías, pero también de Lola Mayo». Las canciones que el grupo musical Vetusta Morla y la intérprete Valeria Castro han creado para la película apoyan además ese universo tan especial de Andrea y lo hacen aún más asequible al espectador.

El amor de Andrea es una de esas historias mínimas, cotidiana e íntima, que está narrada desde el corazón. Su desnudez narrativa, aunque sea en el fondo un filme planificado con precisión milimétrica (hasta se hizo un casting para elegir a los figurantes), obutiene los efectos deseados. El amor de Andrea es una obra cargada de frescura y, al mismo tiempo, de intimidad. Queda demostrado que sienta muy bien a Martín Cuenca el salir de su zona de confort y adentrarse en historias y narrativas cinematográficas alejadas de su cine anterior. En este pedazo de realidad íntima y cotidiana que es El amor de Andrea es reconocible, no obstante, el gusto del director por los temas incómodos. En filmes anteriores ya trató asuntos como la pedofilia o el rapto de bebés. Aquí da voz a los efectos colaterales, a las víctimas de una familia desestructurada, a hijos que se asoman al hueco de la orfandad simbólica, aunque sin precipitarse por la senda del melodrama sensiblero o vacío. El resultado es una película sentida y sincera; pequeña en pretensiones, grande en planteamientos, uno de esos filmes que irradian luz, que emocionan y desarman.

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