El monasterio de Santa María de Veruela está situado en la provincia de Zaragoza, en el vértice donde confluye con Navarra y Soria. Se halla en un pequeño valle formado por el río Huecha, bajo la mole del imponente Moncayo, que, con sus 2316 metros, es el pico más alto del Sistema Ibérico. Son parajes llenos de poesía, prosa y leyendas, Bécquer describió la vertiente aragonesa, y la vertiente soriana inspiró a Antonio Machado. Si bien Bécquer también se inspiró, y mucho, en la tierra soriana, que conoció muy bien por su estancia en la capital y en Noviercas, principalmente, de donde era su suegro.

Bécquer conoció a una mujer llamada Casta Esteban Navarro. Se desconoce cómo se conocieron. Su padre, Francisco Esteban Ayllón, era cirujano sangrador.​ En 1857 consta que aplicaba un nuevo método contra las enfermedades sifilíticas, escrofulosas, reumáticas, herpéticas, etc.

Bécquer pidió la mano a Casta en abril de 1860.​ Gustavo y Casta contrajeron matrimonio en la iglesia de San Sebastián de Madrid, el 19 de mayo de 1861, y con ella tuvo tres hijos. Después de la boda, Francisco Esteban, arruinado, moroso de Hacienda y sin prestigio, se marchó de Madrid y regresó a su localidad soriana.

Como la familia de su mujer era de la provincia de Soria y el tío de Bécquer, Curro, vivía en Soria, Gustavo estuvo muy vinculado a esta provincia. Cuatro de sus leyendas están ambientadas en la provincia de Soria: El Monte de las Ánimas (1861), Los ojos verdes (1861), El rayo de luna (1862) y La promesa (1863).

En 1863 Gustavo padeció una enfermedad pulmonar, que le precisaba respirar aire puro.​ Gustavo se trasladó con su mujer y su hijo Gregorio, así como con Valeriano con los suyos, al Monasterio de Veruela, entonces ya desamortizado.

Su prolongada estancia en el monasterio de Veruela necesariamente se debía traducir en una amplia producción artística, plástica y literaria, de los dos hermanos Bécquer. Las pinturas y textos de Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer componen un notable «corpus» que ha hecho del monasterio de Veruela uno de los espacio becquerianos por excelencia. Las cartas que componen Desde mi celda testimonian el decisivo papel desempeñado por ese entorno cisterciense en el paso a la madurez personal de Gustavo Adolfo. Son cartas que implican un doble viaje: físico y simbólico, con su ida y su vuelta. El primero le llevó de Madrid a Veruela donde viviría la experiencia límite de la cercanía de la muerte, recuperando después la salud y regresando a la Corte. El segundo le condujo desde los sueños de triunfo y de gloria hasta el deseo de aniquilación total, para recuperar después un tono de moderada conformidad con las limitaciones de la existencia. 

De carácter tímido, retraído y soñador, Bécquer se nos ofrece como un tipo de lírico romántico poco frecuente en nuestro país, que le hace percibir con intensidad la existencia de un mundo de misterio y de poesía más allá de las realidades tangibles. 

El elemento legendario y exótico aparece en Bécquer  en una serie de Leyendas en prosa (1871), en las que el interés por la tradición  nacional queda sustituido por una atracción hacia lo misterioso. El Monte de las Ánimas, Los ojos verdes, El rayo de luna… se cuentan entre las más bellas, escritas  en un lenguaje musical  y llenas de matices poéticos. El arte con que Bécquer sabe crear un ambiente fantástico de poesía y ensueño -donde lo maravilloso alterna con lo lirico, y lo terrorífico con la evocación brillante de un pasado legendario- en torno a dos temas fundamentales: el amor, sentido como una pasión fatal que conduce a la muerte, y el más allá, de cuya existenca da fe un pavosoro cortejo de aparecidos y visiones espectrales. 

 Terror, muerte, locura. El mundo de lo sobrenatural cobra vida en las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Ruinas, cementerios, iglesias, castillos y bosques: escenarios donde lo sobrenatural cobra vida. Brujas, caballeros, hadas, resucitados…

Desde Veruela, su retiro voluntario en la sierra del Moncayo, Bécquer reflexiona sobre su vida pasada y escribe sus composiciones más íntimas y románticas.

Con varios de los relatos que componen la obra de Bécquer Luis Enciso ha tratado de hacer una obra que pusiera en evidencia las contradicciones que existían en uno de los mejores poetas de la literatura española; la historia comienza con Bécquer en su retiro voluntario de la sierra del Moncayo. En la quietud de estos parajes, el poeta piensa en su vida hasta ese momento y acerca de su producción literaria anterior. Con motivo de un viaje a Toledo, nace la leyenda de El rayo de Luna, en que se narra el apasionado y platónico amor que el noble Manrique siente por una muchacha desconocida que vio a la luz de la luna. Bécquer se identifica con la historia de su protagonista y gasta su tiempo e imaginación con la ilusión de esperar encontrar una mujer ideal que sólo existe en su imaginación de romántico exacerbado, mientras que es incapaz de darse cuenta de lo que tiene a su alrededor, en este caso el amor que una joven campesina le profesa. El interés de estas contradicciones en el pensamiento del poeta da a este episodio de Cuentos y Leyendas un interés muy poco frecuente.