El productor Eduardo Manzanos, que había quedado satisfecho de las dos películas sobre El Coyote de Joaquín Luis Romero Marchent, realizadas a mediados de los cincuenta, decide dar un nuevo toque a los vengadores enmascarados latinos a través del que fuera modelo del personaje de José Mallorquí, la creación de Johnston McCulley que ya había tenido personificaciones fílmicas anteriormente. Encarga el guion al propio Mallorquí y la dirección a Joaquín L. Romero Marchent.
Rodada en escenarios naturales de los alrededores de Madrid, La venganza del Zorro muestra al personaje vestido como un pistolero tradicional, todo de negro y con dos revólveres al cinto, y se enfatiza la presencia de los gringos de modo que el film pueda hacerse tributario a una calificación de western. Será el primero del género realizado en Europa. El film se vende bien al extranjero; en Italia lo compra Alberto Grimaldi y decide invertir en una nueva aventura del Zorro, también dirigida por Romero Marchent, que Manzanos pondrá en marcha ese mismo año de 1962.
Cabalgando hacia la muerte o La sombra del Zorro, como se conoce en otros países se rodó inmediatamente después de La venganza del Zorro y con el mismo equipo técnico y artístico. La intriga, que continúa de forma muy directa las peripecias de la primera parte, va precisamente de una “sombra” o un duplicado del auténtico Zorro: los hermanos del sargento Charlie quieren vengarse del Zorro por responsabilizarlo de su muerte, y deciden cometer asesinatos y numerosas fechorías haciéndose pasar por el justiciero. Y de nuevo vemos al héroe que tiene que desempolvar su pañuelo negro para devolver la buena fama al personaje por él creado.
“El resultado mantiene el buen nivel del film anterior y aporta incipientes dosis incipientes dosis de crueldad y sadismo en los personajes de Hundar y Ralph Baldasarre (la censura española, que esperaba un film ‘para todos los públicos’, dejó pasar la muertes por arma de fuego pero suprimió todos los planos de puñaladas). La ambientación tiene un toque más descaradamente western, lo cual redunda en una cierta incongruencia cuando vemos el poblado construido en Hoyo de Manzanares sustituyendo a los ambientes más castellanos del film anterior en una California que tendría que estar poco anglificada todavía.” (DE ESPAÑA, Rafael: Breve historia del western mediterráneo. La recreación europea de un mito americano. Ediciones Glénat, Barcelona – 2002, págs. 22 y 23)
Dado que los dos Zorros van bien en taquilla, Manzanos intenta aprovechar el éxito con una nueva versión de El Coyote y nuevas coproducciones protagonizadas por El Zorro: Las tres espadas del Zorro (Le signe de Zorro), El Zorro cabalga de nuevo… Por su parte, Romero Marchent consolida su carrera de realizador y se convierte en un director de cierto prestigio con películas muy bien hechas y de bastante interés.
Esta fue la primera vez que Joquín L. Romero Marchent se acercó a la provincia para realizar secuencias con localizaciones sorianas, pero no la única. Repetiría en varias ocasiones más e, incluso, lo haría su hermano Rafael ya director y aquí ayudante de dirección. Romero Marchent se acercó a Duruelo, en sus paisajes, concretamente en los bellísimos de Castroviejo (ahora estropeados por unas inconcebibles estructuras metálicas colocadas con un criterio totalmente desafortunado), con sus rocas, precipicios y lontananzas, situó buena parte de la acción y aventuras de Cabalgando hacia la muerte. Allí sitúa la cabaña de los hermanos malhechores y se desarrollan escenas de bastante duración a lo largo de todo el metraje de la película. Y allí intervienen diversos especialistas, uno de Vinuesa en los planos más peligrosos. Soria pasa por ser en esta película nada menos que la Baja California, donde tienen lugar las andanzas de este héroe, que como un nuevo Robin Hood, se enfrenta claramente al tirano en defensa de los humildes. En la zona de Urbión, en 1962, Romero Marchent rodó esta película, coincidiendo con el momento en que se incorporaron los italianos a la producción de westerns europeos, antes de que lo hiciera Sergio Leone con su trilogía que inició con Por un puñado de dólares (1964). Era el segundo de los films del director sobre el personaje, continuación de La venganza del Zorro.
A pesar del cambio de personajes de El Coyote a El Zorro, lo cierto es que se trata de una reelaboración de las historias originales de Mallorquí sin apenas relación con las de Johnston McCulley. Pero el héroe no defiende a los pobre peones e indios de una California más española que mexicana sino a los mexicanos de los abusos de las “tropas de ocupación” de los Estados Unidos. En La venganza de El Zorro, se mantiene la condición de “malos” a los militares, representados por el altivo coronel Clarence y el expeditivo sargento Charlie, mientras que el gobernador civil (José Marco Davó) es una bellísima persona. El papel del enmascarado lo hace Frank Latimore, que de todos los actores americanos que circulaban por Europa era el que más interés demostró por trabajar en España, pues ya se le había visto en Historias de la Feria (1957) y Secretaria para todo (1958) y siguió trabajando en los siguientes años. Aunque no carecía de simpatía personal y talento interpretativo, su físico no era demasiado espectacular, por lo que queda mucho mejor al representar al supuesto petimetre que en su faceta de implacable justiciero.
Cuando se estrena en España La venganza de El Zorro (bastante pronto, cosa extraña), ya se está rodando una secuela, Cabalgando hacia la muerte , que aunque cuenta de nuevo con la participación oficiosa de Lesoeur es ya una coproducción “real” con la recién fundada PEA (Produzioni Europee Associate), de Maria Rosaria y Alberto Grimaldi. El título lo pone el propio productor italiano, L´ombra di Zorro / The Shadow of Zorro, mucho más acertado que el español, que realmente dice poco, (hasta el punto de que se ha de añadir, entre paréntesis, “El Zorro”).
Esta película de acertada puesta en escena, algo habitual en Romero Marchent, cuenta en las secuencias de acción también con la colaboración de personas de la comarca. Según figura en la página web del pueblo de Covaleda, un vecino de la mencionada localidad, apodado “El Chupa”, participó como extra durante el rodaje, dada su habilidad para saltar entre los riscos y escalar ayudándose de cuerdas. Curioso detalle, sin duda, de la intrahistoria fílmica, pero que no supera en «trascendencia» a otra anécdota que revela la atenta revisión de los títulos de crédito. Y es que Raffaella Carrá, la gran diva televisiva y entonces actriz incipiente, interpreta un papelito. Cuesta un poco reconocerla porque en aquella época era pelirroja, pero es la chica vestida de azul que en el saloon no para de pedirle al pianista: «Tócala otra vez», aunque la frase parezca salida de otra película… como bien se sabe.