El llamado “Nuevo cine australiano” presentó sus credenciales en el resto del mundo en los años setenta. Peter Weir nos enseño un modo diferente de hacer cine comercial con historias como: Los coches que devoraron París o Picnic en Hanging Rock, consagrándose definitivamente con Gallipoli y El año que vivimos peligrosamente. Pero para un postadolescente como yo, mi primer conocimiento del cine que se hacía en esa enorme isla me lo trajo George Miller con sus dos extraordinarios Mad Max, a finales y principios de cada década. Miller nos mostraba un mundo devastado en el que la supervivencia era la única finalidad y nadie confiaba en nadie. Hace poco más de seis años presentó su excelente remake de esa saga y nos volvió a retratar -con más crudeza aún- su escepticismo frente a la naturaleza seráfica del ser humano y especialmente del hombre, como peón sin identidad propia frente a la tribu, que es otra forma más íntima con la que definimos a la sociedad.
Ahora Miller nos transporta al mundo de la magia, de Sherezade, de Simbad y de Aladino, para volver a cuestionar el paisaje que nos ha tocado vivir. Tres mil años esperándote no es la única película de argumento sobrenatural que ha realizado este director, baste recordar sus Brujas de Eastwick y, al igual que en ésta, hay un protagonista omnipotente que está dispuesto que se ofrece para hacer realidad los deseos de unas pobres e indefensas humanas. No hay altruismo por parte del diablo, nunca lo ha habido. Pero nuestro genio, en el fondo, también actúa por interés. De hecho, para algunas culturas orientales los genios no son más que otra forma de diablos.
Alithea (Tilda Swinton) es una escritora experta en narratología y que se siente fascinada por el legado oral o escrito de diferentes culturas y, a partir de sus relatos, acercarse a su compleja estructura social y descifrar con ello el significado real de sus mitos. Para Alithea, los relatos fantásticos de la antigüedad no eran más que una forma de explicar sucesos incomprensibles allá donde el escaso o inexistente conocimiento científico no había conseguido llegar. Alithea es una escéptica, pero, a pesar de ello, le encanta acumular vestigios, fábulas y recuerdos de todos los países que visita. Es un personaje solitario, pero satisfecha de la independencia intelectual que esta característica le reporta.
Con motivo de un viaje a Estambul para impartir una conferencia, adquiere en el Gran Bazar una pequeña vasija de cerámica que le llama poderosamente la atención. Al llegar al hotel, mientras la está limpiando, un genio sala de su interior y le concede tres deseos. Bueno, salvo que ustedes no formen parte de la raza humana y sean extraterrestres que han venido a nuestro planeta por primera vez, la historia del genio, el hada o el gnomo que conceden deseos la habrán leído u oído infinidad de veces. También Alithea que, una vez recuperada del susto, decide ser cautelosa, ya que es conocedora por los cuentos de que los deseos se vuelven con frecuencia contra el que los pide. El Genio (Idris Elba, en adelante lo pondremos con mayúsculas) se muestra absolutamente desorientado ante la reacción de la escritora, pero por su condición de genio tiene la obligación de conceder deseos para que pueda liberarse de su encierro de siglos. Le propone como alternativa, y hasta que se decida, contarle sus peripecias pasadas y los diferentes amos a los que sirvió. A partir de ese momento nos embarcaremos en una historia que cuenta otras historias. Será un viaje por la antigüedad como en las antiguas películas de Simbad o el Ladrón de Bagdad, sólo que para un publico un poco más adulto y descreído. Miller enfrentará a dos seres solitarios; uno motivado por su encierro en la botella, la otra por su búsqueda de una vida auténtica y sin ataduras.
Miller nos transporta a una ensoñadora fantasía donde la belleza se acompaña en ocasiones con el feísmo. Esto no ha sabido ser comprendido por algunos críticos que esperaban que el cromatismo y los efectos especiales nos acercasen más al cliché convencional que todos tenemos de las historias de genios. Pero es absurdo ¿no hay feísmo acaso en el último Mad Max rodado por él? Es posible que esta película deje descontento a un público de palomitas, educado en el cine de género de Spielberg; o a los mas mayores, que recuerdan con nostalgia las obras de Raoul Walsh o de Cameron Menzies. Historias que nos hablaban sobre el lejano e imaginario Bagdad de los cuentos. Por otra parte, los que busquen un relato de amor al uso no quedarán del todo satisfechos. Dicho de otra forma, tengo la impresión de que entre los que vean esta película no cabrán las medias tintas, o la odias o la amas. Yo la amo.
En Tres mil años esperándote hay también un cuestionamiento del progreso y una imposible convivencia de la magia en nuestra civilización. El Genio se encuentra profundamente incómodo y desorientado en un mundo donde las señales radioeléctricas contaminan su propia esencia vital. El Londres del siglo XXI, con su wifi, sus emisoras de radio y televisión contaminando el éter, es el último lugar al que querría acudir una criatura fantástica. El conocimiento científico dificulta la existencia del mito. Me recuerda algunos momentos de Erik el Vikingo, de Terry Jones, donde los aguerridos protagonistas contemplan y sufren la presencia de los dioses y las criaturas de su mitología, mientras el fraile inglés que los acompaña no ve absolutamente nada.
Hay una razón añadida para que nos visiten esta tarde-noche en los Cines Mercado. Mejor dicho, hay dos razones añadidas: Idris Elba y Tilda Swinton. Tilda es una cara habitual en el cine de autor e independiente y ya ha dado sobradas muestras de talento y capacidad camaleónica; Idris nos enseñó sus cartas en la extraordinaria serie The Wire y desde entonces ha sabido demostrar que no sólo es una imponente y musculosa estatua de ébano, sino un actor capacitado para cualquier tipo de trabajos. Y la verdad, el papel de Genio, le viene que ni pintado.
En la habitación de un hotel de Estambul, durante tres cuartas partes de la película, el Genio le contará a la escritora relatos de su pasado milenario con la intención de convencerla y de obtener la anhelada libertad. Pero, a medida que le va desvelando las cicatrices que las mujeres le han producido en su vida inmortal, va descubriendo a una compañera de viaje, no tan diferente a él.