Las películas sobre el crimen organizado rodadas en Italia carecen del aparente glamour o lujo que nos retrata el cine norteamericano, especialmente Coppola y Scorsese. Las diferentes mafias nacidas en el país transalpino tienen un origen rural, herederas de una forma de feudalismo secular. Los fines son los mismos, pero los medios y el entorno donde se aplican, hacen que nadie desde fuera podría identificarse con las palabras de aquel joven neoyorkino interpretado por Ray Liotta: “Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón, quise ser un gánster”. Hace falta haber nacido en ese mundo, haber sido amamantado por una cultura de la muerte, la obediencia y el desprecio a cualquier forma de moral o leyes que no provengan de tu propia familia.
De todas las mafias conocidas hasta ahora, hay una que está alcanzado el protagonismo de ser la más peligrosa, la Ndrangheta o mafia calabresa. El éxito de su triunfo se apoya aún más -si cabe- en la familia como eje de acción. Esta vinculación supera con mucho a la que existe en la Cosa Nostra siciliana o en la Camorra napolitana. En la Ndrangheta nadie que no forme parte de la familia puede pertenecer a ella, ni siquiera como simple sicario. El poder acaparador de la familia te condiciona hasta con la persona con la que te vas a desposar. Hay menos control social en una comunidad anabaptista amish que en el crimen organizado en Calabria. Además, los amish no acostumbran a matar, que se sepa.
Chiara (Swamy Rotolo) es una muchacha de quince años que vive en Gioia Tauro, una ciudad portuaria y empobrecida de Calabria, considerada como el punto de entrada de buena parte de la droga que llega a Europa. Chiara vive feliz, convencida de que ese ecosistema social no le afecta gracias a una familia que la cuida y protege. Su madre (Carmela Fumo) personifica el estereotipo de mamma italiana y su padre (Claudio Rotolo), hombre de pocas palabras, la quiere y representa para ella un referente de seguridad y cariño. Es la segunda de tres hermanas. Su hermana Giulia (Grecia Rotolo) es la mayor de ellas, acaba de cumplir dieciocho años y se le va a organizar la típica fiesta que simboliza el paso a la edad adulta. A dicha celebración acudirá toda la familia en su más extensa expresión. Esto nos permitirá conocer sus costumbres y su modo de vida. Antes de terminar los bailes, el padre se ve obligado a salir precipitadamente y montar en un coche hacia un destino desconocido por Chiara.
Esto se podría entender como el final del primer acto y supondrá para Chiara como un paso de la niñez a la edad adulta. La joven comenzará a hacerse preguntas que, hasta entonces, no se había planteado: ¿A qué se dedica su padre? ¿A dónde va cuando se ausenta? ¿Por qué la policía merodea su casa?… Algunas de estas preguntas tendrán respuesta cuando descubra en un boletín de noticias que el pater familiae, el soporte y referente moral de su vida, está declarado en busca y captura por ser el líder de una de las familias más importantes de la Ndrangheta, acusado de tráfico de drogas a gran escala.
Su madre y sus familiares no quieren darle explicaciones a Chiara. Prefieren guardar un silencio cómplice para no comprometerla y comprometerse. Pero lo peor está por llegar. Una ley recién aprobada en Italia, autoriza a separar a los menores de estas familias y trasladarlos en acogida a lo otra punta del país. Con esta medida se confía en que la separación los libere de la presión social que ejercen estos clanes en todos sus miembros y no acaben abocados a ser unos componentes más del crimen organizado en Calabria.
Chiara se enfrentará a dos opciones posibles de vida. Una existencia normal, en un entorno familiar estructurado, con respeto a la ley y oportunidades de un futuro feliz; o vivir con su verdadera familia, a la que siempre ha querido y que puede terminar por hacerle comprender que su modo de vida es tan válido como otro cualquiera. Su padre -con el que contactará, finalmente- le dice que él simplemente es un intermediario que compra a un precio y vende a otro. La mercancía es indiferente: “Algunos lo llaman mafia, nosotros lo llamamos supervivencia”.
Jonas Carpignano es un director italoamericano que hizo el viaje de regreso a la tierra de sus antepasados, desarrollando su obra en Italia y más concretamente en Calabria. Pronto le fascinaría la realidad del sur y cómo sus gentes conviven con la marginalidad, tratando de mantener unas señas de identidad, donde se mezclan lo cotidiano con lo ilegal. Escogió vivir en Gioia Tauro, donde transcurren los tres largometrajes rodados por él hasta ahora: Mediterranea, A Ciambra y Para Chiara. Su segunda película, A Ciambra, fue producida por su mentor más importante: Martin Scorsese. Todas ellas podriamos considerarlas como una trilogía de esta ciudaad, donde algunos personajes aparecen en las tres películas. Carpignano conoce el paisaje y el paisanaje de Gioia Tauro. Vive con sus pobladores y algunos de ellos son actores en sus historias. Este es el llamativo caso de los personajes de la familia protagonista, ya que son integrantes de una familia real, la familia Rotolo, Los Rotolo eran amigos de Carpignano desde hace tiempo, cuando las hermanas eran unas niñas de pocos años. Todos actúan con una sorprendente naturalidad y, en el caso de Swamy Rotolo (Chiara), esa sorprendente naturalidad le valió para obtener el premio David de Donatello a la mejor interpretación femenina.
La película nos narra el descubrimiento de la realidad por parte de su protagonista. Por ese motivo, la cámara al hombro sigue a Chiara en todo momento. No hay una secuencia en toda la película en la que transcurra algo en lo que Chiara no esté presente. Las imágenes y el tratamiento de la historia no llegan a plasmar ese “realismo sucio” que nos mostraba Matteo Garrone en Gomorra o Dogman, a la hora de acercarse a la delincuencia suburbial. Pero Para Chiara pretende ser el ojo del personaje y no del director, el universo en el que ella se ha criado y que era, hasta ese momento, un espacio seguro y confiable. Un lugar donde los niños no quieren ser gánster ni sicarios, hasta que tengan ocasión de descubrir que todos los adultos que les rodeaban no conocían otra forma de vida. Ese descubrimiento también lo hizo Chiara y con ello el final de una época: el fin de la inocencia. Por cierto, título de un film de su maestro, mecenas y amigo Martín Scorsese. Pero esto es Gioa Tauro, no un melodrama de la alta sociedad neoyorkina. En este puerto del Mediterráneo lo que otros llaman Ndrangheta ellos llaman supervivencia.