Pantalla Grande

Concrete utopia

Seúl, año cero



Director: Um Tae-hwa

Guion: Um Tae-hwa, Lee Shin-ji. Cómic: Kim Dong-gyun

Fotografía: Cho Hyoung-rae

Música: Hae-won Kim

Montaje: Han Mi-yeon

Intérpretes: Lee Byung-hun, Park Seo-joon, Park Bo-young, Kim Sun-young, Park Ji-hu


Idioma (VOSE): Coreano

Duración: 130'

SESIÓN 02.04.25

Una vez más, como si se hubiese convertido en un invitado fiel, volvemos a regalar a nuestro público con una película coreana (de Corea del Sur, se entiende; la otra Corea no tengo claro que hayan aportado algo al cine, más allá de los publirreportajes con que se ensalza al Líder Supremo). Su cinematografía ha demostrado que puede llegar al resto del mundo occidental, manteniendo su propio lenguaje y validando aquel axioma que sostiene que las historias locales, bien desarrolladas, pueden ser también universales. Pero si algo en lo que verdaderamente destacan es en eso tan difuso que se ha dado en llamar cine de género (thriller, cine épico, terror, ciencia ficción y fantástico). La película de hoy estaría a caballo entre la distopía y el cine de catástrofes, sin que participe en su totalidad de ninguna de esas etiquetas.

Concrete Utopía (podría traducirse como Utopía de hormigón) no es fácilmente incluirla en el cine de catástrofes, ya que buena parte de los sucesos catastróficos ocurren al principio de la historia. Además, el título de “Utopía” puede dar lugar a engaño, si nos atenemos al significado de esta palabra tal como la instituyó Tomás Moro. Es posible que haya que encuadrarla dentro del relato distópico, pero aquí no hablamos de un futuro lejano y calamitoso, todo lo que ocurre tiene lugar desde la terrible catástrofe geológica, sin solución de continuidad.

Pero bueno, les estoy confundiendo. Mejor paso a relatarles de qué va nuestra historia y ustedes deciden que etiqueta ponerle.

En un Seúl parecido al actual se produce un terrible terremoto, acompañado de erupciones de lava que termina por destruir totalmente la ciudad. En realidad, es posible que esta situación se haya producido en todo el planeta, toda vez que los protagonistas del film no tienen constancia de algún lugar que se haya salvado. Parece como si la tierra entera se revelase contra sus pobladores, destrozando su corteza y escupiendo miles de millones de toneladas de magma incandescente. Los muertos son incalculables y todos los edificios, hasta donde se pierde la vista, han caído. Sólo se mantiene en pie, a duras penas, el bloque de apartamentos Hwang Gung. La supervivencia es fundamental, pero ¿merecen sobrevivir todas las personas? Al fin y  al cabo,  permitir que se refugie la gente procedente de otros edificios derruidos sería perjudicar a los auténticos propietarios de los apartamentos. Los que viven en Hwang Gung, se sacrificaron para pagar su hipoteca. Ellos no tienen la culpa de que a otros les vaya mal.

A partir de este momento los objetivos de nuestros protagonistas es buscar comida y prepararse para la llegada del crudo invierno, mientras evitan que nadie que no sea un vecino intente entrar.

Evidentemente, Concrete Utopia es una parábola en la que se muestran las distintas máscaras que la intolerancia o el odio al diferente puede utilizar. Vecinos que en una situación de normalidad serian personas entrañables y de buenas costumbres, se convierten en crueles dictadores que llegan a decidir la vida o la muerte de los demás. Cada uno de ustedes lo podrá interpretar de manera diferente, pero parecida. Hablamos de inmigrantes que intentan entrar en otro país; hablamos de honorables personas que creen que es necesario aplicar la mano dura contra los delincuentes o, también, de la facilidad que tiene el poder para convertir a cualquiera en un lobo para el resto de los hombres, es el caso de Yeon-Tak (Lee Byung-hun). Pero también habitan los apartamentos otro tipo de personas que se sitúan moralmente en un lugar no opuesto o no enteramente comprometido. Nos referimos al matrimonio protagonista formado por la idealista Joo Myeong-hwa (Park Bo-young) y el timorato Min-seong (Park Seo-joon). A ella le repugna el devenir de los acontecimientos y trata de convencer a su débil marido para cambiar de actitud y tender una mano a los que se mueren de frío entre escombros.

El director, Um Tae-hwa, afronta su segunda película de manera sobresaliente.  Ha obtenido diversos premios y nominaciones, habiendo sido seleccionada para representar a Corea del Sur como candidata al Óscar a mejor película internacional. Su primera película no fue estrenada en España: Vanishing Time: A Boy Who Returned. La temática podría definirse como fanta-ficción, y en algunos de sus aspectos nos recuerda a Tiempo de M. Night Shyamalan.

Como nos tiene acostumbrados habitualmente el cine coreano, los efectos especiales y la utilización de las más avanzadas técnicas de CGI, no tienen que envidiar en nada al cine que se hace en Hollywood. Um Tae-hwa nos sumerge en los primeros fotogramas en la catástrofe, haciendo que contengamos la respiración. Consigue que el resto de las casi dos horas de película convivamos entre soberbios edificios aplastados contra el suelo, mientras los supervivientes recorren largos trayectos por una irreconocible Seúl, en busca de cualquier suministro que le pueda ser útil a la comunidad.

Decía el Nóbel, William Golding que “El hombre produce maldad como una abeja produce miel”. Golding era un hombre pesimista por naturaleza y sostenía que en situaciones desesperadas siempre termina saliendo lo peor de nosotros. Era un hombre “hobbesiano” que   consideraba que la bondad seráfica que predicaba Rousseau de nosotros en el llamado estado de naturaleza, no pasaba de ser una entrañable tontería. Supongo que este convencimiento le llevó a escribir El Señor de la Moscas, en que la brutalidad sin conciencia se manifiesta entre unos adolescentes abandonados en una isla remota.

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