Normalmente, no descubrimos a los autores cinematográficos en el pulcro orden cronológico de las filmografías. Lo habitual es que nos interese o deslumbre una película suya, que puede ser la tercera o la decimosexta, y que a partir de ahí queramos retroceder para buscar sus orígenes. El año pasado, vimos en el Cine Club La ruleta de la fortuna y la fantasía (Gûzen to sôzô / Wheel of Fortune and Fantasy, 2021), la primera película de Ryûsuke Hamaguchi que se había estrenado comercialmente en España, que a mí me resultó fascinante, y espero que a ustedes también. Luego llegó Drive My Car (Doraibu mai kâ, 2021), que ganó el Oscar a la mejor película internacional y se proyectó en nuestros cines comerciales, de lo que tenemos que alegrarnos. Pero La ruleta… era el tercer largometraje de Hamaguchi, y ahora hemos tenido la oportunidad de recuperar el segundo, Asako I & II (Netemo sametemo, 2018). El título internacional puede despistar, no es una película en dos partes, pero entenderán su sentido cuando la vean. El original: Netemo sametemo significaría dormido y despierto, sueño y vigilia, o por extensión noche y día.
En Osaka, la joven Asako (Erika Karata) conoce a Baku (Masahiro Higashide) en una exposición de fotografías de Shigeo Gocho. Se enamoran a primera vista. Para Asako, Baku es un “espíritu libre” que le fascina. Para algunos espectadores, como yo, es un tarugo egoísta y zumbado que siempre está como “empanao”, pero para gustos… Su amiga Haruyo (Sairi Itô) advierte a Asako de que Baku le va a traer problemas. Entre otras características encantadoras, tiene la costumbre de desaparecer por las buenas de vez en cuando. Una tarde, Baku va a comprar pan y no regresa hasta el día siguiente, aunque le asegura a Asako que siempre volverá a ella. Pero, poco tiempo después, Baku dice que va a comprar zapatos y no vuelve… Dos años después, Asako vive en Tokio y trabaja en una cafetería. Conoce a un ejecutivo, Ryohei (Masahiro Higashide), también originario de Osaka, que trabaja en una empresa de sake. Ryohei es físicamente idéntico a Baku, salvo por el pelo, pero su carácter es muy diferente, es amable, serio, fiable y trabajador. Se siente atraído por Asako, pero no entiende las reacciones de ésta… Y no contamos más, porque la historia contiene un enigma y algunos giros…
La película se basa en una novela de la escritora Tomoka Shibasaki (Osaka, 1973). Que yo haya encontrado, la novela no está traducida al español ni al inglés. El único libro de Shibasaki publicado en España es El jardín de la primavera (ed. Quaterni, 2019), ganadora del Premio Akutagawa. Para Hamaguchi, la novela de Shibasaki era la que mejor describía el enamoramiento como una fuerza mística, similar a la magia o a una maldición. Si dos personas “respetan sus propios sentimientos”, el estar juntos no trae únicamente alegrías, sino al mismo tiempo una violencia que puede destruirles a ambos. La novela trataba sobre esa complejidad, lo que la convertía en una “maravillosa novela de amor”, y por eso el director quiso adaptarla al cine: “tenía dos puntos de interés principales para mí, la rareza de una mujer que se enamora de dos hombres con la misma cara y la descripción de la vida cotidiana”. Según Hamaguchi, la adaptación es fiel al argumento y los personajes del libro (no hemos podido comprobarlo, al no estar traducida). Como la novela está narrada en primera persona, hubo que cambiar algunas partes en las que ese punto de vista no funcionaba cinematográficamente. Y el trabajo de los actores, la casi debutante Erika Karata y el más experimentado Masahiro Higashide, hizo el resto.
En todo caso, es evidente la relación con los temas de las coincidencias y la imaginación, que estarían en el centro de la siguiente película de Hamaguchi, La ruleta de la fortuna y la fantasía. Aquí el punto de partida es un encuentro casual, y luego se enfrentan los sueños y la realidad, estar dormidos o despiertos, un personaje que representa el misterio y lo inesperado (Baku) y otro que tiene que ver con la estabilidad, el compromiso, la amabilidad y la integridad (Ryohei), sin que el azar deje de jugar su papel: la cafetería de Asako suministra el café a la empresa de Ryohei. Hay matices que nos perdemos: Ryohei habla el dialecto kansai-ben de la región de Kansai, mientras que Baku habla hyojun-go, el japonés “estándar”, si es que existe tal cosa. También se juega con los kanji relacionados con los nombres: el de Baku remite al trigo y el de su hermana (a la que sólo se menciona una vez) al arroz. El sake, industria en la que trabaja Ryohei, se hace con arroz. El nombre de Baku se relaciona con una criatura mitológica y con el tapir. Cuando Asako llama “Baku” a Ryohei, éste busca la imagen del tapir en el móvil y afirma que no se parece nada…
La acción transcurre a lo largo de diez años, y Hamaguchi lo aprovechó para integrar sucesos reales como el gran terremoto de 2011. El arco de la relación entre Asako-Baku-Ryohei, con un gran trabajo de Masahiro Higashide en sus dos papeles, y una minimalista interpretación de Erika Karata como la protagonista, se sostiene también en un notable grupo de secundarios, los amigos de Asako, entre los que destaca Rio Yamashita como la actriz Maya, un personaje encantador que desarrolla una inclinación (no expresada) hacia Ryohei. Las escenas cotidianas de amistad funcionan muy bien. Aunque no podemos entrar en detalles, hacia el final de la película, Asako toma una decisión, o comete un disparate, que nos impactará profundamente…