Hace ya nueve años (uf), vimos en el Cine Club el anterior largometraje de Leos Carax, Holy Motors (2012), que calificamos entonces como fascinante y desconcertante, y que propusimos atrevidamente como película rara del año (una de esas entrañables películas controvertidas que son la sal de nuestro Cine Club). Me temo (o me espero) que la nueva película de Carax, Annette, pueda dar lugar a similar controversia, o al menos a unas animadas y creativas conversaciones a la salida del cine, aunque se trate de una película mucho más accesible, y a ratos encantadora. En realidad, la división de opiniones se va a encontrar dentro de cada espectador, que puede adorar algunas partes de la película y aborrecer otras. De la proporción entre lo uno y lo otro dependerá la valoración final.
Aunque fuera posible, no creo que sea conveniente detallar mucho el argumento. Se trata de una formidable experiencia visual y sonora que no se puede transmitir en unas pocas líneas de texto pelado. Les indico lo mínimo. Henry MacHenry (Adam Driver) es un comediante que tiene un éxito inexplicable con su ofensivo monólogo The Ape of God, que perpetra ataviado con un albornoz de boxeador. Ann Defrasnoux (Marion Cotillard) es una exitosa cantante de ópera. Ambos comparten un amor apasionado e improbable, porque son muy diferentes. El tercero en discordia es el Acompañante (Simon Helberg), pianista y luego director de orquesta, enamorado de Ann. Vemos señales inquietantes, que se irán volviendo siniestras a medida que la carrera de Ann ascienda y la de Henry se desplome. Henry y Anne tienen una hija, Annette, con dones y características muy especiales… Ah, no habíamos dicho que Annette es un musical íntegramente cantado o recitado, por lo que lo podríamos relacionar con la clásica Los paraguas de Cherburgo (The parapluies of Cherbourg, 1964), de Jacques Demy (no es una comparación tan disparatada como puede parecer), o con el concepto de “ópera rock” de Tommy (1975) de los Who y Ken Russell (con la que, pese a las diferencias formales, tiene muchos temas comunes: la fama, los medios de comunicación, la presión de los fans y una figura un tanto mesiánica).
Annette no fue idea de Leos Carax, ni siquiera surgió como una película. Los creadores fueron Sparks, el dúo estadounidense formado por los hermanos Ron Mael (teclados) y Russell Mael (voz), que pensaron en la historia como base para un concept álbum Ya lo tenían compuesto, cuando conocieron a Leos Carax, que había incluido una canción suya en Holy Motors. El argumento de los Mael se convirtió en ambicioso guión o libreto, desarrollado en colaboración con Carax (“yo no imaginé Annette, pero lo trabajé como una ópera: recibes el libreto y luego intentas crear un mundo”).
May we start? Una voz en off nos pide nuestra completa atención y que contengamos la respiración hasta el final del espectáculo… La primera secuencia de la película es una verdadera maravilla, cinco minutos gozosos y magistrales que por sí solos harían que valiese la pena verla. Lo relevante no es el juego metalingüístico, visibilizar la representación, la película dentro de la película, etcétera, que son cosas que ya hemos visto muchas veces. Es la belleza y gracia con las que está hecha. El propio Leos Carax, en la cabina del control, dice “¿Podemos empezar?”. Sparks, en el estudio de grabación, empiezan a tocar la canción (“So May We Start”), empiezan a caminar, salen del estudio, seguidos por todo el equipo (en un largo plano secuencia). Se unen los actores principales, que por el camino se van poniendo la ropa de los personajes (incluyendo la peluca de Adam Driver), sin dejar de cantar (“May we start, may we start”), salen a las calles de Santa Monica, hasta que se separan y empieza la película… Esta secuencia, de alegría contagiosa, que nos llama a unirnos a la función, tendrá su continuidad o su réplica en otra, al final de los títulos de crédito. Podemos relacionarla con un plano secuencia musical de Holy Motors en el que el protagonista tocaba un acordeón y lideraba una banda improvisada de músicos que recorrían una iglesia.
En el otro extremo, siendo una película fantástica, lo más increíble es que la patochada de número “cómico” de Henry MacHenry tenga tanto éxito en el mundo irreal del film. Leos Carax nos castiga con unos 13 minutos de insufrible actuación de Henry (lo sé, es una sátira, el público parecen marionetas, etcétera, lo hubiéramos entendido en menos tiempo). Y luego otros 10 minutos del aún más espantoso show en Las Vegas (muestra su decadencia y la pérdida de su conexión con el público, pero también lo hubiéramos captado en menos rato). Para mí esas secuencias, innecesariamente alargadas, son lo peor de la película, pese al esforzado trabajo de Adam Driver. Así y todo, una objeción menor frente al torrente de creatividad visual y musical del conjunto de la obra.
Annette era un proyecto arriesgado (o suicida) y fue muy difícil ponerlo en pie. Pasó un largo tiempo en el purgatorio hasta reunir la financiación, de docenas de fuentes (una frase irónica de la primera canción dice: “el presupuesto es grande, pero no suficiente”). El rodaje tuvo lugar entre agosto y noviembre de 2019, en Los Angeles, Bélgica (Bruselas, Lieja, Brujas), Alemania (Münster, Colonia, Bonn, Dusseldorf) y Gales. Es la primera película de Leos Carax rodada íntegramente en inglés. En ella, hay un gran trabajo de los actores: un poderoso Adam Driver en un papel nada simpático, una maravillosa Marion Cotillard (doblada en las escenas de ópera por Catherine Trottmann), un sorprendente Simon Helberg (gran paso desde The Big Bang Theory), una extraordinaria Devyn McDowell (Annette en la escena final), y un reparto impecable de secundarios, todos adecuados y expresivos. Una puesta en escena creativa y llena de imaginación, con gran sensibilidad musical (en los agradecimientos, Carax cita a Stephen Sondheim). Y una inmensa partitura musical de Sparks, cantable y memorable, entre el rock y la ópera, que sirve de apoyo a grandes momentos líricos (“We Love Each Other So Much”), trágicos (“Waltz in the Storm”), satíricos (“Six Women”) o estremecedores como el dúo final (“Sympathy for the Abyss”) entre Henry y Annette.