Ciclo Jacques Demy

Los paraguas de Cherburgo

CONTRA LA AUSENCIA Y CONTRA LA GUERRA



Director: Jacques Demy

Guión: Jacques Demy

Fotografía: Jean Rabier

Música: Michel Legrand

Montaje: Anne-Marie Cotret

Diseño de Producción: Bernard Evein

Vestuario: Jacqueline Moreau

Productora: Mag Bodard 

Intérpretes: Catherine Deneuve, Anne Vernon, Nino Castelnuovo, Marc Michel, Ellen Farner, Mireille Perrey, Jean Champion, Pierre Caden, Jean-Pierre Dorat, Bernard Fradet, Michel Benoist, Philippe Dumat, Dorothée Blanck, Jane Carat, Harald Wolff

Voces: Danielle Licari, Christiane Legrand, José Bartel, Georges Blaness, Claudine Meunier, Claire Leclerc, Michel Legrand, Jacques Demy


Idioma (VOSE): Francés

Duración: 91'

SESIÓN 28.01.25

En la ciudad portuaria de Cherburgo, Geneviève Emery (Catherine Deneuve, voz de Danielle Licari) y Guy Foucher (Nino Castelnuovo, voz de José Bartel) están enamorados, son jóvenes e ingenuos. Él tiene veinte años y es mecánico. Vive con su tía Elise (Mireille Perrey, voz de Claire Leclerc), su madrina, que le ha criado como una madre y a la que ahora, enferma, cuida la joven Madeleine (Ellen Farner, voz de Claudine Meunier). Geneviève tiene diecisiete años y ayuda a su madre, Madame Emery (Anne Vernon, voz de Christiane Legrand), en su colorista, pero poco rentable tienda, Los paraguas de Cherburgo. El sueño de Guy es sencillo: llegar algún día a tener una estación de servicio. Madame Emery cree que el mecánico es poca cosa para su preciosa hija. Agobiada por las deudas, la señora se ve obligada a vender sus joyas y, en la tienda del Joyero Dubourg, conocen a Roland Cassard (Marc Michel, voz de Georges Blaness), un apuesto y acomodado comerciante de diamantes. Entonces, Guy es reclutado y tiene que irse dos años a la guerra de Argelia… El resto ya lo verán. La película tiene una cronología precisa, que se muestra expresamente en la pantalla. Se estructura en tres actos y un epílogo. La primera parte (Le départ) se sitúa en noviembre de 1957. La segunda (L’absence) va de enero a marzo de 1958. La tercera (Le retour) abarca de marzo a junio de 1959. Y el epílogo sucede en diciembre de 1963.

Jacques Demy definió Los paraguas de Cherburgo como «una película contra la guerra, contra la ausencia, contra todo aquello que odiamos y que hace añicos la felicidad». En el aspecto formal, la principal peculiaridad de la película es que todos los diálogos son cantados, rompiendo la tradicional división entre diálogos y canciones o “números”. Los temas de la gloriosa partitura de Michel Legrand se suceden y entrecruzan, vuelven y dialogan. Se podría decir que la banda sonora es una sola canción de noventa minutos. En cambio, no hay baile ni coreografía (salvo la escena en que van a una sala de fiestas después del teatro). En lo visual, los exteriores de Cherburgo, los decorados y el vestuario de colores vivos forman una sinfonía cromática plasmada por la fotografía de Jean Rabier. Hay, como siempre, una base autobiográfica: el garaje de Aubin es una recreación del que tenía el padre de Demy en Nantes. Y encontramos los temas recurrentes del director: el amor, la ausencia, la fidelidad o infidelidad, las madres solteras, el azar y el destino. Pero también muestra un mundo idealizado, en el que los mecánicos van a la ópera y cuando se hunden y se dan a la bebida piden un vino blanco.

Agnès Varda dijo que el deseo de Demy y Michel Legrand era emocionar a un público que sentiría aquella melancolía de ver desmoronarse un primer amor, al son de una música creada al efecto. No hay villanos en esta película. La madre burguesa (o con pretensiones) procura que su hija olvide al mecánico y se incline por el diamantista, pero lo hace por lo que cree que es su bien (y, no nos engañemos, a Geneviève le tiran más los abrigos de pieles que el olor a gasolina). Y qué pega podemos ponerle al tierno y abnegado Roland Cassard o a la un tanto pegajosa Madeleine. La separación es cruel (nos desgarra el lamento de Geneviève: «Dos años de nuestra vida»), pero el tiempo lo cura todo y, como nos recuerda Madame Emery, «No se muere de amor más que en el cine». Y el final… yo he llorado cada vez, de las muchas que he visto el film, cuando la cámara se aleja de la gasolinera con el crescendo del tema principal. Pero nos seguimos preguntando si ese final es alegre, o triste, o simplemente real… Una pregunta: ¿cuántes de ustedes siguen ahora con su primer amor, cuántes están tan felices con el segundo o tercero? «–Tu vas bien? –Oui, très bien».

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