Loretta Castorini (Cher) es una viuda treintañera que vive en Brooklyn con sus padres, Cosmo (Vincent Gardenia) y Rose (Olympia Dukakis), y con su abuelo paterno (Feodor Chaliapin Jr.). Trabaja llevando la contabilidad de una funeraria y una floristería. Su, digamos, novio, el acomodado y maduro Johnny Cammareri, alias “Mr. Johnny” (Danny Aiello), le propone matrimonio torpemente en un restaurante (se rasca la cabeza, se resiste a pedírselo de rodillas, por no estropear su traje bueno, y no tiene un anillo decente preparado). Pese a todo, y aunque no está enamorada de él, Loretta dice que sí. Pero, una vez “formalizado” el compromiso, Johnny no quiere fijar la fecha de la boda, dado que se va esa misma noche a Sicilia, porque su madre está a punto de morir (aunque no se sabe si ese “a punto” será una semana o dos). La supersticiosa Loretta insiste en que quiere hacer las cosas bien y casarse por la iglesia y a lo grande, porque en su primer matrimonio se casó por lo civil y su marido murió en dos años porque la unión estaba “maldita”. Los padres de Loretta reaccionan de manera diferente a la noticia del compromiso de su hija. A Cosmo no le gusta Johnny, y aún le gusta menos tener que pagar la ceremonia y el banquete siguiendo la “tradición”. A Rose, en cambio, le parece bien que a Loretta le guste Johnny, pero no esté enamorada de él, porque cree que el amor puede hacer daño y volverte loca.
Johnny le ha pedido un favor a Loretta: que localice a su hermano menor Ronny (Nicolas Cage), con quien lleva cinco años sin hablarse, y le invite a la boda… Ella lo encuentra trabajando en el horno de su panadería, donde revela que tiene una mano postiza de madera, pues perdió la suya en la rebanadora, en un momento de distracción, y su novia le abandonó. Ronny culpa a Johnny, y le odia porque su hermano tiene mano y tiene novia. Suben a su apartamento para hablar, y Loretta le dice que él es como un “lobo” que se cortó su propia “pata” para escapar de una mala relación. La tensión sube, y Ronny besa apasionadamente a Loretta, que responde, y ambos terminan en la cama… Al día siguiente, ella dice que no pueden volver a verse, y él acepta con la condición de que Loretta le acompañe una vez a la ópera: La Bohème en el Met. En un impulso, Loretta se arregla el pelo y compra un glamuroso vestido para acudir al Lincoln Center…
En torno a este eje, pululan los otros miembros de la familia con sus asuntos. Cosmo, un fontanero defensor de las tuberías de cobre (“cuestan dinero porque ahorran dinero”), tiene una amante, Mona (Anita Gillette), como manera de combatir el miedo a la muerte (ya no duerme mucho porque se parece a estar muerto). Rose conoce en un restaurante a Perry (John Mahoney), un maduro profesor que mantiene relaciones con alumnas jóvenes (como el de la novela El animal moribundo de Philip Roth y la película Elegy de Isabel Coixet, pero ésta es anterior), que suelen terminar cuando ellas le tiran una bebida a la cara (parece un guiño al personaje de Carl Reiner en Su pequeña aventura). Por su parte, el abuelo, con sus perros, parece desconectado, pero de vez en cuando da en el clavo (“¡La bella Luna! La Luna une a la mujer con el hombre”).
En una historia que, como ya hemos comentado en otra página, no sigue una estructura clásica de tres actos, el destino y los actos humanos se entrecruzan, como lo hacen las historias de sus personajes, con el influjo de la Luna y las maldiciones (la creencia de Loretta en que su primer matrimonio estaba “maldito”, la anciana que maldice el avión en que viaja Johnny a Sicilia, porque en él viaja su hermana que le robó al novio hace cincuenta años). En la primera secuencia, el camión del Metropolitan que transporta los decorados de La Bohème (en cuyo cartel figuran varios miembros del equipo del film) se cruza en el camino de Loretta, todavía ajena a la importancia que esa ópera tendrá en su futuro… Los diálogos y las réplicas son brillantes. Mi única objeción al guión de John Patrick Shanley es cómo se resuelve el tema del compromiso con Johnny. No voy a entrar en detalles, pero me parece una solución facilona para eludir el conflicto… También se puede pensar que, en algunos aspectos, revela su fecha de producción (no sé si una Rose de hoy día perdonaría tan fácilmente a Cosmo por su infidelidad).
La puesta en escena de Norman Jewison es mágica e inspirada, haciendo brillar al magnífico reparto, la fotografía y todos los aspectos visuales y sonoros, destacando la icónica imagen de Cher, con su abrigo negro y tacones, frente al skyline nocturno de Nueva York. Es apasionada y a la vez un poco auto paródica. Podemos quedarnos con el ardiente discurso de Ronny: “El amor no hace que las cosas sean bonitas, lo arruina todo. Te rompe el corazón, hace que todo sea un caos. No estamos aquí para hacer las cosas perfectas… Estamos aquí para arruinarnos la vida y rompernos el corazón y amar a las personas equivocadas y morir”. O también con el brindis final de los Castorini, “Por la familia” (que nos recuerda el “Por la vida” de El violinista en el tejado), seguido de esas últimas imágenes que muestran fotos familiares históricas, trenzando el hilo que une el pasado, el presente y el futuro.