Cleveland, 1937. Johnny Kovak (Sylvester Stallone), un joven obrero de origen húngaro, trabaja con otros hombres, descargando cajas en un almacén. Las condiciones son muy duras e injustas, el tiránico capataz Gant (John Lehne) contrata y despide a su antojo. Si a los descargadores se les cae una caja, se la descuentan de su paga, y no cobran las horas extras. Tras el despido particularmente arbitrario de un compañero, Johnny y su amigo de infancia Abe Belkin (David Huffman) encabezan una protesta y tiran todas las cajas. El jefe Andrews (James Karen) les recibe en su oficina y les dice que Gant ya no podrá despedir a nadie sin motivo, que no tendrán que pagar por daños accidentales, y que lo de las horas extras ya veremos. Parece que han ganado, y los hombres lo celebran esa noche en el bar de Molly (Cassie Yates). Pero al día siguiente se encuentran con que Andrews les ha tomado el pelo y están todos despedidos… El camionero Mike Monahan (Richard Herd), que es enlace sindical y ha admirado su capacidad de liderazgo, ofrece a Johnny y Abe un puesto en la Federation of Inter-State Truckers (F.I.S.T.), el sindicato de camioneros. No tendrán sueldo, pero cobrarán por cada trabajador que consigan afiliar. Y a Johnny le dan coche, lo que le permite cortejar a la trabajadora de origen lituano Anna Zarinkas (Melinda Dillon) y empezar a salir con ella. Kovak revitaliza el moribundo sindicato, aumentando exponencialmente las afiliaciones. Como prueba de que lo está haciendo bien, un elegante abogado de la patronal, Arthur St. Clair (Peter Donat) intenta reclutarle, doblando su sueldo. Y cuando Kovak lo rechaza, un grupo de matones le dan una paliza. Abe, que ha empezado a salir con Molly, también recibe una paliza. Monahan y Kovak intentan negociar con Win Talbot (Henry Wilcoxon), el dueño de Consolidated Trucking, la mayor empresa de transportes, una mejora en las condiciones de los camioneros: seguro médico, horas extras e incremento de sueldo. Talbot se niega a todo y F.I.S.T. convoca una huelga. Pero los patronos recurren a un ejército de matones, que rompen la huelga y atacan violentamente a los sindicalistas.
Kovak comprende que necesitan más “influencia”, y para eso recurre a otro amigo de la infancia del barrio, Vince Doyle (Kevin Conway), conectado con la mafia. La siguiente huelga, con apoyo de los mafiosos para acabar con los rompehuelgas, es un éxito y Consolidated acepta las condiciones. El sindicato sigue expandiéndose. Pero Kovak necesita “convencer” al pequeño empresario Vasko (Brian Dennehy), también de origen húngaro, de que afilie a sus trabajadores al sindicato. No puede haber excepciones, es por su propio bien. Por mediación de Doyle, Kovak recurre a Babe Milano (Tony Lo Bianco), jefe mafioso de Chicago, que le hace el “favor” de “convencer” a Vasko, por un precio: que todos los bares deben instalar las gramolas de Milano, o si no los camioneros no les servirán bebidas. Kovak acepta, a disgusto. Pero Abe rechaza los tratos con la mafia, cree que suponen traicionar todos los ideales por los que han luchado. Johnny le responde que no hay nada “limpio” y que sin Doyle y Milano no habrían podido ganar. Tras la boda de Kovak con Anna, Abe se va a costa Oeste… Veinte años después, el sindicato ha crecido hasta los dos millones de afiliados. Johnny visita la sede nacional de Washington, donde utiliza información comprometedora para “convencer” al presidente nacional Max Graham (Peter Boyle) de que se retire. Kovak gana las elecciones, se convierte en presidente nacional de F.I.S.T., y consigue un aumento histórico para los camioneros, pero el senador Madison (Rod Steiger) empieza a investigar sus conexiones con la mafia…
La película tiene dos partes, según el esquema clásico de ascenso y caída, pues no deja de ser un “cuento moral” que ilustra lo de que el poder corrompe. En la primera parte, el ascenso de Johnny Kovak y F.I.S.T. tiene aliento épico, y nos arrastra a la lucha contra la injusticia, nos sentimos también “puño”. Pero, desde el momento en que Kovak acude a Doyle y sus “primos de zumosol” para combatir a los patronos, aun esas primeras victorias que aplaudimos llevan ya dentro la semilla de la corrupción, el precio que sabemos que habrá que pagar. Creyendo hacer el bien, el endiosado Kovak se hundirá más cuanto más ascienda. No es sólo que se apoye en la mafia, sino que él mismo utiliza métodos mafiosos. Si la traición es uno de temas centrales del cine de Norman Jewison, aquí se trataría de la traición al movimiento obrero y a los ideales que Abe se empeña en mantener.
Con todas las polémicas que comentamos en otras páginas, hay que reconocer que Sylvester Stallone ofrece en esta película una de las mejores interpretaciones de su carrera, si no la mejor. El impulso brutal del joven idealista, su fuerza en la negociación sindical y su torpeza en el cortejo amoroso, hasta el autócrata encerrado en su castillo que sigue creyendo que todo lo hace por el bien de los trabajadores. Hay secuencias épicas y formidables, pero también una atención al detalle, a la vida de esos obreros inmigrantes. Además de Stallone, el reparto es excelente (Huffman, Dillon, Steiger, Boyle), hay bonitas escenas entre Stallone y Melinda Dillon, y brilla especialmente Tony Lo Bianco, en el papel de ese mafioso que nos recuerda que nadie es cien por cien legal.