Pantalla Grande

Pequeñas cartas indiscretas

Escándalo en Littlehampton



Director: Thea Sharrock

Guion: Jonny Sweet

Fotografía: Ben Davis / color 

Montaje: Melanie Oliver

Intérpretes: Olivia Colman, Jessie Buckley, Anjana Vasan, Timothy Spall, Joanna Scanlan, Hugh Skinner, Malachi Kirby y Gemma Jones 


Idioma (VOSE): Inglés

Duración: 102'

SESIÓN 06.11.24

Cuando todo el horror de la Gran Guerra estaba empezando a quedar en el olvido; cuando la economía británica anunciaba tiempos mejores; cuando el Imperio de su Graciosa Majestad vollvía a enorgullecer a los lugareños, descendió sobre sus hogares algo terrible para cualquier inglés de buenas costumbres y probada devoción anglicana. No es el anticristo, peor. Una ola de obscenidad y lenguaje malsonante amenaza con arrastrar a las honorables gentes de Littlehampton, en la Costa Sur de Inglaterra. Todo esto tuvo empezo con la pobre Edith Swan (Olivia Colman) una solterona beata que vive con sus ancianos padres a los que presta una obediencia perruna. Desde hace un tiempo recibe cartas que, si hubiese que suprimir las palabras malsonantes y las metáforas obscenas, estarían en blanco. Ya han recibido diecinueve ellas y los Swan están convencidos que solo puede haber una persona responsable de este acoso: la libertina Rose Gooding (Jessie Buckley), una viuda irlandesa de costumbres disolutas que vive con su joven hija y con un amante, que para colmo es de raza negra. El cúmulo de groserías amontonadas en dichas cartas injuriosas es tal que me resulta imposible ponerlas yo por escrito. Perdónenme, pero este Cineclub nuestro es un lugar serio y respetable. 

La policía entra en acción y detiene a Rose como autora de las mismas. Es cierto que no hay ninguna prueba sólida que sustente la acusación, pero esa no es razón para no condenar por libelo a una mujer de hábitos tan poco respetables. Sólo hay un policía que piensa que Rose puede ser inocente, pero es una mujer policía, y en la Inglaterra rural de los años veinte ser mujer policía es una frívola concesión que se les hizo a las sufragistas, para que dejaran de molestar con el derecho al sufragio de la mujer.

Sí, estamos ante una comedia, pero es más que eso. Pequeñas cartas indiscretas es un episodio verídico y, por ese motivo, se convierte también en un retrato sociológico de la vida y costumbres del mundo rural inglés, lejos del cosmopolitismo de Londres. Pensar que una mujer podía terminar en la cárcel, sin más pruebas que la acusación de una familia respetable, hace que nos demos cuenta que la situación no era peor en la España de los años veinte. Ya saben, mal de muchos…

A la directora, Thea Sharrock, le ofrecieron llevar al cine esta historia. Aunque había quedado en el olvido, la prensa de la época informó abundantemente sobre estos hechos. La mayor parte de los periódicos se ponían del lado de los Swan y sólo unos pocos sacaban la cara por Rose, disculpándola por ser de condición humilde y una pobre oveja descarriada. Si bien en los años veinte todos estos acontecimientos no dieron lugar a jolgorio y chufla, es evidente que en la actualidad ese “arma del delito” que llevó a la divertida Rose a terminar frente a un tribunal, hoy en día es un pretexto muy oportuno para hacer una comedia. La obscenidad también tiene fecha de caducidad, afortunadamente.

Pequeñas cartas indiscretas, descansa sobre las espaldas de dos grandes actrices. La consagrada Olivia Colman y la que fue joven talento de la canción, reconvirtiéndose en actriz exitosa, Jessie Buckley. El resto de secundarios configuran un excelente fresco de la sociedad de entonces. Aunque si me permiten destacaré a dos de ellos. El primero es Timothy Spall, grandísimo actor que en esta ocasión interpreta el papel de un auténtico padre tirano que anula la voluntad de su hija. La segunda es Anjana Vasan, la mujer policía.

Esta película te ofrece lo que te promete y lo hace con creces. Es cierto que es fundamentalmente una comedia, un thriller cómico o un Cluedo rural. Pero también es una brutal crítica de la situación de la mujer hace no tanto tiempo, cuando el adulterio era un delito en occidente y los prejuicios condicionaban la interpretación de las leyes. 

En los años sesenta, durante el Franquismo se podía comprar en los quioscos la revista satírica La Codorniz, dentro del poco margen de maniobra que le permitía la Ley Fraga, hacían humor de los usos y costumbres y soltaban algún “pellizco de monja” al poder, todo esto sin pasarse, claro está. Era lo más parecido a la libertad de prensa a la que podían aspirar nuestros padres. Pues bien, había en dicha revista una sección titulada “Tiemble después de haber reído”. Les animo a hacer los mismo, ríanse con nuestra película de hoy y después, cuando lleguen a casa o la comenten con sus amigos, tengan la decencia de temblar un poquito. Si se ha abusado con frecuencia de la coletilla de “basada en hechos reales”, en esta ocasión es totalmente procedente.

He estado a punto de dejarme en el tintero una recomendación añadida para ver nuestra comedia. La versión original nos permite disfrutar de una Jessie Buckley y una Olivia Colman desmadradas, soltando por su boca tal cantidad de obscenidades que harían sonrojar a un estibador de Southampton. Se cuestionarán si la lengua castellana es más rica en tacos y groserías que la inglesa. Cuando hay talento creativo, cualquier idioma es bueno.

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